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sábado, febrero 8, 2025

La empatía, ¿una debilidad?

Mucho se ha hablado en las últimas décadas de la importancia de cultivar valores como la empatía.

Para algunas personas esto no es tan difícil, les sale como natural, para otras ha sido un proceso y otras sencillamente nunca lo harán de manera genuina, no porque no conozcan el significado de ser empáticos, sino porque hay algo en ellas o ellos que no les permite ponerse en los zapatos de los demás, porque sienten que esto los debilita, los hace más vulnerables, pierden el control de sus actos y los puede hacer cambiar de plan.

Vi una película que se transmite por Netflix, que me llamó la atención porque su principal protagonista, un sicario, se repetía antes de cometer un crimen que la “empatía es una debilidad”.

Eso chocó con lo que muchas veces escuchamos, que la “empatía” es un valor que debemos practicar más a menudo. La empatía nos hace conectar y comprender a las otras personas más fácil.

Es más fácil tener empatía por las personas y animales que queremos, sin embargo, con aquellas o aquellos que no nos interesan, menospreciarlas, calumniarlas o estafarlas resulta más viable.

La mayoría hemos visto, aunque sea por curiosidad, películas como El Padrino, aquí se retrata el código de conducta que exige esta organización y un valor imprescindible es la lealtad.

Solo así pueden ser protegidos como parte de «La Famiglia»; sus miembros reciben un trato empático, mientras no rompan su pacto.

A nivel de gobiernos locales y nacionales, en Honduras hemos visto por décadas un tipo de comportamiento que se asemeja al código de conducta de la “Cosa Nostra”.

Esto también ha salpicado a algunas empresas del sector privado. Es frustrante ver la fusión de la clase política con el crimen organizado; esto solo ha favorecido el nepotismo y la corrupción.

Así como hay narcos corridos, hay narcos políticos, sean de cualquier partido político o lavadores de activos, estos son más sofisticados. Las desigualdades se agravan; los únicos que están bien y estarán son los que forman parte de ese círculo de poder.

Las élites más dañinas no son las que producen y comercian sus productos de manera legal, ellos dan empleo, hacen crecer la economía. La élite que daña la sociedad son los vinculados a lo ilícito, aquellos que son capaces de hacer cualquier cosa, su avaricia no tiene límite.

Por eso vemos un sistema político, económico y social apático, para resolver los problemas que aquejan a las mayorías (alimentación, vivienda, salud, empleo y educación).

La falta de empatía de ellos es similar a la de cualquier villano de las series de Netflix o a películas como El Padrino.

Acumulan millones de dólares que ni disfrutarán ellos, quizás ni sus descendientes, porque su vibración es tan oscura que no pueden ser felices, siempre estarán hundidos en los vicios y las adicciones.

Son incapaces de disfrutar lo que tienen y mucho menos compartir con los más necesitados, aunque prediquen una especie de socialismo o amen al Tío Sam.

La empatía nos hace débiles, algo simple pero real, para los carecen de este valor su filosofía de vida es que, si ellos están bien, el resto no importa. Por eso, estos grupos tiemblan cuando el nuevo gobierno de Trump dice que enviará millones de indocumentados de regreso a su “madre patria”, pero al parecer los retornados no son bienvenidos en su propio país, de donde salieron expulsados por el desempleo y ahora ya no los quieren de regreso. Ni patria, ni madre, están huérfanos.

¿Cuántas veces no escuchamos a las grandes corporaciones decir “business is business” cuando hacen sus negocios? No se tocan el alma para hacer despidos masivos, cerrar empresas o cuando le quitan la casa a una familia porque no pudo seguir pagando.

La empatía nos hace débiles ante personas y gobiernos sin escrúpulos, una persona empática es fácilmente manipulada por los sociópatas que carecen de conciencia moral.

La empatía nos hace débiles, si no logramos tener un equilibrio, entre la asertividad y el pensamiento crítico.

Convirtamos la empatía en una fortaleza para nuestras vidas desarrollando inteligencia emocional, poniendo los límites claros, para evitar que se aprovechen de esta cualidad.

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