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lunes, abril 29, 2024

¿Fanático o Ecuánime?

Son conocidos como “fans” aquellas personas que tienen sentimientos de pasmo, maravilla, sorpresa y pasión desenfrenada por un equipo de fútbol, una religión, una idea, o una persona. Los “fans” pululan por todas partes y son peligrosos, sobre todo, aquellos que son dominados por la pasión y no por la razón. El fanático de la religión, el fanático del deporte y el fanático de la política tienen algo en común, se dejan llevar por la pasión y no por la razón y ahí está el peligro, su fanatismo.

Hoy me he levantado con la necesidad de hablar de este comportamiento tan antiguo de nuestras sociedades, estamos invadidos de fanáticos y fans. Todos somos admiradores de unas ideas, un grupo de rock, un personaje notable, un equipo de fútbol, una religión o de Pennywise, el payaso bailarín. Está claro que el humano puede hacer lo que le dé la gana con su comportamiento, lo que no es aceptable es la radicalización con una idea o con un sentimiento, es decir ser un fanático, seguidor o hincha irreflexivo.

Ponga atención por un momento y escuche cómo hablan los fanáticos “siempre tienen una versión ideal y seductora de los hechos”. El fanático tiene una forma de hablar sencilla con mensajes constantes, directos, claros y de fácil lectura en donde, repite los mismos conceptos (mantras) una y otra vez hasta el infinito. Mi equipo es el mejor, mi religión es la única, mi idea es la correcta… sígueme simpatizante.

El fanático necesita sumar adeptos a su causa, necesita “incondicionales” que asientan con ellos y sean parte de su club, iglesia o asociación política. Los fanáticos suelen ser tercos hasta la médula, no soportan la más mínima crítica a sus planteamientos. Los fanáticos contemplan con esmerado interés y placer las “cualidades extraordinarias” del deportista, pastor o político y se suman a sus planteamientos y comulgan con todo lo que ellos dicen o hacen y esperan del resto lo mismo. Lo que realmente interesa a un fanático es ser “seguidor” y no cuestionador. ¡Que no se le ocurra a usted entrar en contradicción con un fanático!, porque no entiende de razones solo de pasiones y de sus dogmas. Cuando estamos frente a un fanático o seguidor, frente a sus ojos, usted es un insensato, un tarado, un inadaptado, un ser sin valor; si no piensa como forofo ya sea de la fe, religión o política.

Sumarse al carro del fanatismo es muy sencillo, solo hay que seguir algunas viejas pautas: primero, deje su voluntad a merced de la colectividad, ya sea una iglesia, un partido político o un equipo de fútbol, haga lo que los demás hacen y no cuestione absolutamente nada, le irá bien, será rápidamente un “fanático excepcional” y será premiado y promocionado por el grupo, progresará más rápido que otros; los líderes aman los fanáticos. Segundo, evite pensar, razonar, reflexionar sobre lo que ha aprendido en el proceso de adhesión al fanatismo, usted repita felizmente las consignas y dogmas que ha aprendido, hágalos propios y procure que sean su discurso de vida. Tercero, jamás traicione las ideas y sentencias aprendidas, son armas arrojadizas fantásticas, que puede esgrimirlas contra de cualquier “mentecato” que no piense como usted.  Sea irreflexivo, déjese llevar por las pasiones, no debata nunca sus ideas, mejor imponga las suyas; sea feliz siendo un fanático.

Ahora usted puede pensar… ¡no quiero ser un fanático! soy lo opuesto a ello… si esto es así, entonces usted pertenece al grupo de personas que sienten desprecio por lo señalado atrás, pertenece a los que, se pueden denominar personas equilibradas, ponderadas o ecuánimes. Estas personas son la antítesis de los fanáticos son seres dotados de capacidad de entendimiento, en donde la razón guía su entendimiento. La persona ecuánime busca el centro, el equilibrio en todo, no pretende estar a un lado u a otro imponiendo su razón. El ecuánime en sus actos es recto, honrado y razonable, jamás va a moverse ciegamente por lo que dicta el colectivo, jamás repetirá consignas y mantras porque alguien lo indica, tampoco va a secundar a cualquier personaje que dirige un culto, un equipo de futbol o una asociación política; es un ser pensante. El ecuánime va a despreciar las ideas del fanático, pero no de una forma enfermiza e irreflexiva como lo haría el forofo, sino por la falta de razón suficiente de aquel en todos sus actos. El ecuánime detesta el comportamiento forofo por estar movido por la pasión y no por la razón.

Hoy en día la mayor parte de los conflictos mundiales son causados por el fanatismo expresado en todas sus formas, basta echar un vistazo alrededor y se dará cuenta usted del nivel de fanatismo en el que vivimos: se apoyan candidatos políticos realmente deleznables, se secundan con furor ideas religiosas que se convierten en guerra, se promueven clubes de futbol corruptos a todos los niveles, se le da pábulo a cualquier individuo que dice cosas frente a una cámara y así se construye la gran red de fanáticos:, políticos, religiosos, académicos, deportivos, cibernéticos ad infinitum. Hoy más que nunca, es necesario encontrar la ecuanimidad, hay demasiada estolidez en el mundo, falta razonamiento y pausa para reflexionar sobre esta realidad; y sobran los hinchas. Los fanáticos están a la orden del día, nos llevan a la guerra, nos llevan a la iglesia y también nos llevan al espectáculo del fútbol.

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