Por: Sergio Membreño Cedillo
Académico, escritor y ensayista
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@SergioAMembreo1
El mes de septiembre es propicio para el sueño y la utopía. Honduras como nación, en el concierto de las naciones, aún busca en este siglo XXI su espacio y tiempo para reencontrarse con su desarrollo, con su propia historia, con su destino y fundamentalmente con su gente. De este modo, la reflexión en este mes de la patria no debería ser únicamente individual, sino también comunitaria y nacional, puesto que el sueño hondureño se resume en construir una patria para todos, con desarrollo, paz y justicia.
No obstante, en contraste al sueño hondureño que todas y todos deberíamos con visión y pasión construir y vivir, está el sueño americano buscado por muchos.
Aproximadamente un millón de hondureños viven en los Estados Unidos y miles buscan anualmente nuevas tierras y horizontes. El sueño hondureño no puede construirse en base al materialismo, consumismo e individualismo.
Ni en el odio y la violencia. El sueño hondureño se nutre de una visión nacional centrada en la pasión por Honduras y los hondureños: su historia, su presente y su futuro.
Por ello, iniciamos esta serie de artículos con el pensamiento de José Cecilio del Valle, escrito con visión de futuro precisamente para un tiempo como este y para la generación de hondureñas y hondureños que pasamos del siglo XX al XXI.
El sabio Valle decía: “La moral es una… si no es licito ofender a un individuo, tampoco será justo oprimir a un pueblo. Si no es permitido hollar a un pueblo, tampoco será dado tiranizar un pueblo. Millares de hombres harán esta reflexión, los que la hagan convencerán a los que las oigan. El convencimiento de millones formará una masa enorme de fuerza moral, y esta fuerza moral, ¿podrá cuando desarrolle toda su energía ser sofocada?”.
En concreto, Valle planteaba la construcción ciudadana centrada en el bien común y la ética, y ese es el desafió principal para nuestra generación en la búsqueda de la transformación nacional. Los fundamentos del sueño hondureño yacen escondidos, pero tiene raíces que se nutren del imaginario colectivo.
Por lo tanto, es deseable pensar en un sueño hondureño que capte la imaginación y la pasión por Honduras, aún en esa realidad que nos recuerdan: injusticia, pobreza, corrupción, violencia, desprecio por la vida y clientelismo político.
No importa qué partido sea gobierno. Nuestros intelectuales y próceres nos heredaron ideas y ejemplos elocuentes como “La oración del hondureño” de Froylán Turcios, el poema “Lo esencial” de Alfonso Guillén Zelaya y el ejemplo de vida transparente de José Trinidad Cabañas. El sueño hondureño comienza por construir familias sólidas.
Por reconciliar padres con hijos y hermanos con hermanas. Por fortalecer matrimonios maduros que sean un modelo permanente para sus hijos. El sueño hondureño pasa por la reconstrucción de valores desde la familia. Todos podemos propiciar una solidaridad a favor del prójimo y de Honduras. Y por lo tanto ser parte del sueño hondureño que nuestros próceres, intelectuales y poetas nos legaron.
Un sueño hondureño que se construye por el respeto a la persona humana, la calidad del servicio público, la transparencia de la empresa privada, la vocación de servicio del gobierno, el logro del bien común por los partidos políticos.
Una Honduras que está centrada en la justicia para todas y todos. El sueño hondureño requiere ciudadanos que asuman vocación de servicio y su aporte al país centrado en sus propias comunidades.
Si los hondureños a través de nuestra historia hemos construido una cultura de clientelismo político y servilismo, este es el tiempo de rectificar y edificar una cultura de valores y respeto al ser humano.
Necesitamos levantar ese sueño hondureño, edificando los muros de la integridad y hacer que la integridad comience en casa. Los valores se trasmiten profundamente con el ejemplo del padre íntegro y en el amor abnegado de la madre y seguidamente se retransmiten de abuelos a nietos.
Honduras será transformada para que los hijos de nuestros hijos sí puedan vivir en un país de respeto, de meritocracia, de oportunidades, de seguridad, de libertad, de solidaridad y de justicia.
El sueño hondureño se reproduce con y para las nuevas generaciones a fin de que conozcan nuestra historia: lo bueno y lo malo. Finalmente, el sueño hondureño nos debe unir y no separar.
Las escrituras lo dicen: “Una casa dividida contra sí misma, no prevalecerá”. Un país no se puede gobernar con la mitad en contra. Consecuentemente, requerimos una visión compartida de nación.
En la Honduras del presente y en este futuro inmediato de incertidumbre y complejidad, el sueño hondureño yace allí y es nuestro compromiso ciudadano trasmitir ese sueño a nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos para caminar tras esa tierra prometida: Honduras. Ese es nuestro sueño hondureño.