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domingo, abril 28, 2024

Es una mezcla de todo

Pongamos un caso hipotético que, al final, es la situación real de tanta gente en todos lados; se trata de un hombre bueno y aquí tendríamos que detenernos un momento para analizar a quiénes se les puede dar este adjetivo. El diccionario define “bueno” como algo útil, a propósito de algo, beneficioso. La Enciclopedia de Humanidades, por otro lado, define a una persona buena como aquella que desea lo mejor para los demás y actúa en consecuencia. Que se reconoce como parte igual de su grupo y, por lo tanto, respeta a todos los demás. Algunas características que encontramos en las personas que consideramos buenas son la empatía, confianza, tolerancia, generosidad y humildad. Y si necesitamos irnos un poquito más profundo entonces buscamos en Santiago 4:17 y encontramos: “Y al que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado”. Lo que bien podría interpretarse como que, si tenemos la oportunidad, la gran oportunidad de hacer algún bien a alguien y no lo hacemos, entonces no podríamos calificarnos como buenos.

Entonces, hablábamos de este bondadoso hombre que fue abandonado por su esposa, no por malo sino porque ella necesitaba cosas que él no podía ofrecerle porque no había aprendido cómo es que se dan esas cosas. Nuestro bonachón amigo se quedó a cargo del hijo del fallido matrimonio y lo hizo muy bien ya que contaba con un buen empleo, entre otras cosas. Y si necesitamos también definir “un buen empleo”, creo que todos estaríamos de acuerdo en que se trata de uno en el que los horarios son flexibles, con vacaciones pagadas, buenos tratos, oportunidad de desarrollo, sueldo justo y, por último, pero no menos importante, aquel en el que se hace aquello que uno le encanta hacer. Además de este soñado trabajo también tenía interés de compartir tiempo, enseñanzas y amor con este hijo suyo. Este virtuoso personaje no tenía amigos, pero mantenía una cálida relación con su madre lo cual le ayudó mucho en el proceso de divorcio y crianza de su vástago quien muy pronto creció y partió de casa dejando a su padre un poco triste, un poco extrañándolo, pero bien.

Todo se derrumbó, como diría Emmanuel, en la vida de este hombre cuando fue despedido de su trabajo, así, sin más y luego de veinte años. Aquí ya no encontró qué hacer, se sintió perdido. Por alguna razón, nunca había contemplado esa posibilidad, un despido injustificado. Rápidamente cayó en depresión, se encontró a sí mismo pasando largas horas frente al televisor comiendo de todo lo que podía comer. Su madre lo visitaba cada vez que podía tratando de sacarlo de aquel estado el cual ella esperaba fuera algo transitorio. Pero al poco tiempo ella murió.

Nuestro afable protagonista siguió en el sedentarismo, más triste y comiendo de más hasta que subió (sin darse cuenta) doscientas libras. “El sobrepeso complicó todo”, fueron las palabras del médico a su hijo, cuando le dio la noticia de la muerte del padre en la sala de espera del hospital. ¿Por qué le pasan cosas malas a la gente buena? Nos preguntamos a cada rato. En este caso podríamos concluir que se trató de una mezcla de varios factores: casarse sin saber si está preparado para ello, no tener un plan B en cuanto a ingresos, no poseer una red de apoyo, no tener un pasatiempo fuera de casa. No haber buscado ayuda cuando entendió que la necesitaba. Y, como decía al principio, el problema es que estas cosas nos suceden a todos… en todos lados.

Emy James
Emy James
Emy James, psicóloga y Máster en Educación, escritora a nivel profesional. Trabaja en teatro y radio y es también docente.
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