Un rayo de luz tarda en viajar desde la Tierra a la Luna alrededor de un segundo. Cruzar la Vía Láctea podría tomarle a ese mismo rayo de luz -o a cualquier otro- aproximadamente cien mil años.
Eso es apenas una idea de lo enorme del universo, que cuenta con miles de millones de galaxias, unas más grandes y otras más pequeñas que nuestra Vía Láctea.
¿A qué me refiero entonces con eso de “otras pequeñeces”? En el Universo todo es enorme, excepto el ser humano -nosotros-, a esa pequeñez me refiero.
Habiéndonos auto nombrado desde el principio de los tiempos como “los reyes de la creación”, la verdad es que no nos damos cuenta de la gran responsabilidad que cargamos sobre nuestras espaldas en relación al cosmos.
El asunto, que parece contradictorio, pero que no lo es, va más o menos así: Hasta el momento ninguno de nuestros radiotelescopios y otros instrumentos más avanzados ha logrado obtener una tan sola evidencia de que existan seres “inteligentes” en la Vía Láctea ni tampoco en el resto de las galaxias estudiadas.
Entonces, hasta donde sabemos, hasta este momento preciso, estamos solos en el universo.
¿Una casualidad? ¿Somos los primeros? ¿Los últimos? ¿Creación mágica privilegiada? ¿Quién puede saberlo?
Pero, si de verdad estamos solos, si somos los primeros -o los últimos porque los otros idiotas ya se destruyeron entre sí- la verdad es que eso significa una gran responsabilidad para nosotros, al menos para aquellos pocos entre todos que puedan ser catalogados como responsables.
¿En qué consiste esa responsabilidad? Si somos los únicos portadores de “inteligencia” considero que es nuestra responsabilidad poblar el universo.
Qué gran fracaso para la especie humana sería que, sabiendo que somos los únicos, terminemos destruyéndonos entre nosotros mismos en lugar de llevar nuestra especie, nuestra civilización, al cosmos.
En efecto, es una gran responsabilidad de la que creo que no muchos están conscientes y que a la mayoría no le importa.
Desde que salimos de África al comienzo de la “gran aventura humana”, hemos aprendido a superar obstáculos, conquistar territorios y expandir nuestra civilización por donde quiera hemos podido.
Lamentablemente no sólo ha sido por supervivencia en la búsqueda de mejores tierras de caza o trabajo, muchas veces, la mayoría, se ha tratado de conquistas territoriales -poder, riqueza y gloria- para los líderes y muerte para todos los demás, especialmente los perdedores.
Y, aun así, con toda nuestra capacidad destructora, hemos logrado sobrevivir hasta este momento y “expandir” la cultura de los vencedores.
Más que eso, estamos casi listos para dar un segundo gran paso para la humanidad, estamos en proceso de viajar a Marte.
Como dijo alguien antes; no porque sea fácil, quizá ni siquiera porque haya grandes ganancias en hacerlo, simplemente porque ¡HAY que hacerlo!
Tal y como hace mucho tiempo nuestros antepasados cruzaron el estrecho de Bering y poblaron América o como los mismos polinesios, en frágiles embarcaciones se atrevieron a lanzarse al Océano Pacífico, de la misma manera que se pobló Europa por nómadas que salieron de África en busca de una mejor vida.
Considero que es nuestra obligación como seres humanos, como miembros de nuestra especie, dar ese segundo gran paso para la humanidad y viajar y poblar Marte y seguir adelante, hasta donde la inteligencia y tecnología nos pueda llevar en nuestro Sistema Solar y más allá, el límite es el infinito.
¿Lo lograremos?
Si no nos autodestruimos estoy seguro que sí, aunque tomará mucho tiempo, tanto o mucho más del que ha tomado a los primitivos (la legendaria Lucy y su especie) que, saliendo de África avanzó sobre el planeta entero, unos 2 millones de años para los primeros homínidos y unos 120 mil para el moderno homo sapiens.
Lo afortunado e importante es que disponemos de todo el tiempo del mundo, todo el futuro, pero que, aún siendo mucho, no debemos desperdiciarlo, es nuestra obligación como especie humana ir hacia el infinito y más allá!
Por otra parte, pero de alguna manera relacionado, hace un par de días se publicó un reportaje sobre una no muy conocida novela escrita hace más de cincuenta años por un famoso científico, precisamente el padre de la “cohetería” moderna, Werner Von Brown, el diseñador del proyecto que permitió el viaje a la Luna.
¿Alguien sabe cómo se llama el protagonista de esa novela?
¿Gran misterio que jamás será resuelto, von Brawn lo llamó Elon, exactamente igual al magnate que está trabajando en el proyecto de viajar y poblar Marte, no es asombroso?
Algo similar a la novela “Fruslerías” escrita 11 años antes del hundimiento del Titanic y que relata, de manera casi fotográfica, el fracaso de un barco llamado Titanico que chocó contra un témpano y fue a dar al fondo del mar.
¿Cómo suceden esas cosas?