El ojo de la providencia es el ojo que todo lo ve, está presente en todos los aspectos de la vida es “omnipresente. Las religiones más antiguas así lo entendían y usted probablemente, cree que hay un ojo que todo lo ve, pero hay “otros ojos” que también quieren verlo todo. Sentirse observado por las cámaras, no es una novedad en la sociedad actual; unos observan y otros son observados; las cámaras son omnipresentes.
A treinta mil kilómetros en lo alto, un satélite con poderosas cámaras está enviando información constante de toda la cartografía y geografía de un país, una región o un continente hasta nuestro dispositivo móvil. Ingresando en la web del observatorio terrestre de la NASA podemos apreciar hoy la tierra de forma virtual en toda su magnitud. Los satélites artificiales también pueden brindar información precisa de lugares, edificios, instalaciones, personas y un largo etcétera, nosotros rara vez tenemos conocimiento de ello; pero los gobiernos sí saben qué hacer con esa información.
El sistema mundial de telecomunicaciones está resguardado en los casi seis mil satélites artificiales que orbitan alrededor de la Tierra y que retrasmiten señales analógicas o digitales, y que transportan voz, vídeos y datos hacia y desde una o varias ubicaciones en el planeta. Los satélites operan en tres órbitas diferentes: Órbita terrestre baja: están posicionados a una altitud entre 160 km y 1,600 km sobre la Tierra. Órbita terrestre media: operan de 10,000 a 20,000 km de la Tierra. Órbita geoestacionaria ubicados a 35,786 km sobre la Tierra, donde completan una órbita en 24 horas. Estos satélites nos observan silenciosamente y están al tanto de todo. Estos artilugios tienen sus socios en tierra, las cámaras satelitales de seguridad que funcionan conectados con ellos.
Para los estados la seguridad es indispensable (hay que tener seguridad) y está por encima de casi todo, muchas veces sobre la privacidad, la línea divisoria ente lo privado y lo público es intangible; hoy en día, no se sabe qué pertenece al dominio público y que pertenece al dominio privado. Como necesitamos y demandamos seguridad, las cámaras están en todos los espacios públicos desde el edificio más alto hasta la calle más remota; pero hoy me interesa lo privado.
Las cámaras en casa son muy socorridas y de mucha utilidad, una cámara en la puerta, una en el patio y otra más en el salón de la casa… ¡todos los ojos eléctricos sobre nosotros transmitiendo imágenes 24/7 para darnos seguridad!
La TV en el salón de casa es otro dispositivo que tiene una cámara que “jamás se apaga” junto con el micrófono, a menos que lo desactivemos, permanecen encendidos y recopilando datos constantemente; eche un vistazo a las recomendaciones que ya hizo el FBI en 2019 que afirmaba que “los fabricantes y desarrolladores de aplicaciones pueden vernos y escucharnos”.
Ahora bien, otros ojos eléctricos también nos observan, las cámaras de nuestro teléfono móvil, mientras transmitimos imágenes en donde compartimos cualquier tipo de información, laboral o personal, tampoco sabemos si nuestra privacidad es segura en este entorno; parece que no.
La cámara de nuestra computadora personal está en permanente contacto con las redes sociales y con las diferentes aplicaciones que usamos para comunicarnos con compañeros, amigos y familiares; “hemos dado la autorización para que esa cámara permanezca conectada a la red, aunque se encuentre apagada”.
Para colmo, no solo transmitimos imágenes sordas transmitimos audios, nuestras conversaciones pueden ser escuchadas por cualquier agencia de seguridad, nuestro teléfono puede ser intervenido y la privacidad se convierte en un “cuento chino”.
El automóvil no puede ser obviado, también “merece” una cámara o dos para ofrecer más seguridad… se asume que un vehículo con cámara es más seguro… mientras, los conductores están siendo sustituidos por una cámara que guía la conducción autónoma vehicular.
La actividad de observar al observado se ha convertido en una gran red de capas sobre capas, que envuelven al ciudadano, en donde cada estrato tiene sus intereses y motivaciones particulares. Los seres humanos nos hemos convertido en actores de una película, dentro de otra película, en donde, el que observa y el observado es un patrón que se repite casi al infinito. Se observa la persona, su entorno, su comportamiento, sus hábitos, sus gustos. También se observan la calle, la ciudad, los edificios, las montañas, los mares, el espacio interior y exterior, nada queda fuera del ojo eléctrico.
Hace casi medio siglo, la banda de rock Judas Priest escribió el tema titulado “Electric Eye” (ojo eléctrico) que hace alusión al libro “1984 de George Orwell”, por ser éste el nombre del satélite que espiaba a la población en dicha novela… “Aquí en el espacio te estoy mirando, te estoy menospreciando, mi láser rastrea todo lo que haces, crees que tienes vida privada, no pienses nada en ese sentido no tienes escapatoria, te estoy mirando todo el tiempo… siempre enfocado, no puedes sentir mi mirada, me aproximo a ti y no sabes que estoy ahí”… siente mi mirada, siempre ahí, no hay nada que puedas hacer al respecto… me alimento de todos tus pensamientos y entonces yo puedo crecer… ojo eléctrico”. Al parecer, hemos llegado al principio del fin de la privacidad, hoy casi nada es privado, las cámaras siguen vendiéndose hasta que el mercado diga. Tener privacidad es el reto. Jamás costó tanto tener vida privada y gozar de la intimidad; sin ojos eléctricos que todo lo ven.