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sábado, abril 27, 2024

El laberinto de los generales

“El General en su laberinto” es una novela fantástica del genio de Gabriel García Márquez, sobre su visión, ficticia, de los últimos días de El Libertador Simón Bolívar.  Los críticos afirman que ese texto tiene un título poético y el libro es una obra de arte dramático y narrativo.

El Nobel de Literatura nos cuenta en su libro el último viaje de Simón Bolívar, desde Bogotá hasta su destino final, en San Pedro Alejandrino, donde murió por una suma de dolencias agravadas por el trajín y la amargura de la derrota política.

Al final de una vida turbulenta, Bolívar va y viene entre la decadencia física y la lucidez mental. Está en el límite de sus capacidades y puede verlo todo con una lucidez que no tiene ninguna de las personas que lo rodean, esa claridad es deprimente, así que la novela toma partido por un Bolívar deshecho que es el producto de una existencia a la vez brillante y frustrada.

El periplo final del Libertador, echado de Bogotá y errante a orillas del Caribe, “triste de esperar sin saber qué ni a quién”, es una metáfora perfecta de lo que ocurre en nuestros países y también es una reflexión sobre las vanidades del poder, especialmente cuando quien, auto investido de poderes supremos que antes nadie tuvo nunca en Honduras, languidece con mucha pena y ninguna gloria en un tribunal en New York.

Al margen del ventilador encendido en ese juicio y que, en su “chispiadero” fecal ha dejado salpicados a políticos y exfuncionarios de moralidad supuestamente virgen, otros han salido raspados tras sus testimonios, como los generales que, aparentemente sin permiso de sus jefes, se han enredado en la madeja de lo que hicieron y dijeron creando así, o perdiéndose, en su propio laberinto.

A dos de ellos los conozco, fueron mis compañeros en la Academia Militar “General Francisco Morazán”, en 1986. Siempre destacaron, Willy Joel Oseguera Rodas, de Tegucigalpa, siempre en los primeros lugares, y Tulio Armando Romero Palacios, como eterno aspirante a “Rambo”, desde su llegada del “Liceo Militar del Norte”, donde fue compañero del exgobernante acusado de narco y con quien convivió también en la colonia “Aurora”, de San Pedro Sula, de donde es originario.

Décadas después de nuestra época de cadetes los volví a ver, a ellos con sus estrellas de coroneles y yo titulado de periodista. Siempre fueron corteses, con la empatía de quienes compartimos y sufrimos las vicisitudes de la formación militar, los observé además como rigurosos jefes en la Guardia de Honor Presidencial, responsables en el cumplimiento de proteger a quien hace dos años ostentaba la jefatura del Estado, ahora presidiario o reo.

Abocarse a testimoniar en el juicio en New York, según han aseverado, fue solo por su lealtad con la institución castrense y para eliminar cualquier sospecha sobre involucramientos y el de sus subalternos en acciones dolosas y cumplimiento de órdenes ilegales, y además para limpiar sus nombres ante suspicacias habidas y por haber pues no tienen nada de qué avergonzarse.

Esa decisión, vista por algunos como lealtad con el exmandatario enjuiciado y por otros como deslealtad con su institución, les ha generado un controversial llamado de atención pública ante el supuesto incumplimiento de sus deberes en las Fuerzas Armadas, como asesores de quienes fueron sus “secundinos” (subalternos de segundo año) en la Academia Militar y que ahora comandan el estamento militar.

Así, las Fuerzas Armadas, mediante un comunicado informaron de la salida de los dos generales de brigada activos para atestiguar en el juicio en los Estados Unidos, sin la autorización de sus jefes, antes subalternos.

Aunque parcos en sus explicaciones públicas que, aseguran serán profusas o abundantes en la estancia correspondiente del fuero militar, se han esmerado en enfatizar que su interés fue genuino con el ente castrense que, no obstante, afirma que los dos oficiales de cuatro estrellas viajaron sin permisos para salir del país, y no representan la posición de las Fuerzas Armadas.

Los generales, en su condición de activos, “no realizaron el procedimiento para salir del país que establecen las leyes y reglamentos militares y su actuar en el ámbito militar es ilegal. Dicha acción será trasladada a los Juzgados de Primera Instancia Militar para que se determine aplicar lo que corresponde en ley. Las declaraciones que emitan los citados oficiales en cualquier instancia internacional son de responsabilidad estrictamente personal, por lo tanto, no representan la posición de las Fuerzas Armadas”, señala la comunicación oficial.

Al respecto, otro general de brigada, Luis Alonso Maldonado Galeas, brillante militar, primero de su promoción y que mereció comandar las Fuerzas Armadas, opinó que debe eliminarse el alineamiento de los efectivos castrenses con los civiles.

“Debe desaparecer ese modelo donde los militares, los ministros de Defensa y los jefes del Estado Mayor Conjunto se alinean con el Ejecutivo, aun conociendo que están violando la Constitución”, enfatizó el ex jefe del Estado Mayor del Ejército, retirado.

El general Maldonado Galeas subrayó también que lo sucedido en Nueva York mostró la disfuncionalidad del Estado “y esta disfuncionalidad corresponde a una degradación progresiva del concepto de nación, pasando por la familia, la sociedad y las instituciones públicas.

Maldonado Galeas, ahora analista de seguridad y político liberal, en 1986, cuando ingresamos a la Academia Militar -como capitán de infantería y “Teson”, entre tantos cursos suyos de excepción- era el comandante del Cuerpo de Caballeros Cadetes, en consecuencia, formador en la construcción como oficiales de los ahora generales Oseguera Rodas y Romero Palacios, y otros tantos.

De este laberinto, que las circunstancias han creado para el convicto enjuiciado y extendido para sus defensores y detractores, más allá del involucramiento por propia decisión de mis dos excompañeros cadetes y ahora generales, sólo quedarán memorias tristes, orgullos mancillados, y los despojos de los tres Caínes gracianos, protagonistas de un drama de políticos, narcotráfico y crimen organizado, del cual habrán de quedar lecciones aprendidas para que tanta humillación nacional no se repita.

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