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viernes, abril 19, 2024

El destino de todo pueblo

Se dice que la misión verdadera de todo gobernante es procurar y lograr la felicidad de su pueblo, instaurando a través de las herramientas e instituciones del caso, la paz en primer lugar para que sin llamarla acuda presta y cristalina la ansiada paz. Nuestros gobernantes pasados y presentes deben reconocer que esa deuda jamás nadie se ha animado apagarla al pueblo hondureño que, aunque se han adquirido muchas malas costumbres y deshumanización, no pierde el aroma de ser aguantador.

Dejando a un lado la conocida pirámide de Maslow, hay tres tipos de bienes (desde el punto de vista aristotélico) a los que aspira todo ser humano: los externos, los del cuerpo y los del alma. Los bienes externos y los del cuerpo son necesarios, incluso deseables, pero no pueden perseguirse por encima de los bienes del alma, pues perseguidos en exceso, por fuerza, causan daño. Entre tanto, la abundancia en los bienes del alma, esto es la prudencia y la virtud, no producen daño alguno al individuo o a la ciudad. Así, para Aristóteles, la felicidad (eudaimonia) a la que el individuo y la ciudad pueden aspirar será acorde con dichos bienes. Por ello hay que considerar la pregunta: ¿Qué felicidad puede haber si falta la prudencia y la virtud?, si se le da respuesta simplemente es que no se goza, ningún malvado puede gozar ni disfrutar el fruto de sus fechorías, por muy bien vestido que ande, o por vivir en una gigantesca y lujosa mansión.

El compromiso lamentablemente se usa como bandera electorera, a veces hasta con descaro y cinismo, y esa decepción llega a los meses de asumir sus cargos, y no solo nos referimos a uno de los poderes, es con los tres y con el resto de instituciones que se encargan más de amargarle la vida al hondureño luchador, al emprendedor, o al empresario que crea plazas de trabajo para atenuar un poco un probable estallido social que más bien parece ser que es eso lo que se está pretendiendo en la actualidad.

La meta final del hombre, también entendida como meta política, tiene que ver con la felicidad y con la aspiración a vivir una vida buena, digna. Aunque la cuestión sigue pendiente en la medida en que se podría caer en la confusión de imaginar que la felicidad es un placer momentáneo, un instante fugaz, la satisfacción de un deseo o la experiencia de un placer. Si se diera por cierta dicha confusión, se estaría suponiendo que la felicidad se puede fundamentar en el plano de lo empírico, con lo cual se pierde la posibilidad de una fundamentación de la felicidad en términos de lo universal y necesario.  Debe quedar claro que la felicidad de la que se habla es aquella que solamente puede reconocerse a la totalidad de la vida. “La felicidad se aplica a la vida como un todo” y se manifiesta en las posibilidades para que los seres humanos puedan desarrollar y percibir sus vidas como vidas logradas. En otras palabras, la felicidad vendría a ser una forma de vida, asociada a la virtud y a las acciones que de ésta se desprenden. No es un evento o experiencia particular que satisface un deseo momentáneo y caprichoso.

Nos han fallado, nos siguen fallando, habrá que esperar que no siga esa desmedida aplicación de tantas mentiras.

 

EditorialEl destino de todo pueblo

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