No hay que ser un experto en nada, para comprender la importancia que tienen los inmigrantes para la economía de Honduras, solo en el año 2024 contribuyeron con 9,743 millones de dólares por concepto de remesas (Banco Central de Honduras, 2024).
Aunque ellos son invisivilizados y ninguneados por los gobiernos históricamente, son vitales para la economía de los que vivimos en Honduras.
¿Está preparado Honduras para recibir a la oleada de repatriados? La respuesta es obvia es: no.
La desaceleración de las remesas será notable, cuatro de cada 10 hogares las recibe directamente de parte de sus familiares (INE, 2024).
Aunque ya se sabía que la agenda del nuevo presidente de los Estados Unidos, era continuar con las deportaciones, pero masivas, el plan en Honduras como siempre era y es no tener un plan para apoyarlos a regularizar su estadía en ese país que ha sido generoso, mucho más que nuestro propio país, de donde han emigrado por décadas, por la falta de respuesta de los gobiernos a las necesidades que apremian a la población.
Este año es político en Honduras, pero los únicos que con seguridad arreglarán sus problemas de desempleo y comprarán sus vehículos de lujo, son los que saldrán electos y luego ubicarán a sus familias y allegados, en su mayoría sin mérito, iletrados, apáticos y llenos de vicios.
Bien en este contexto electoral, se puede ver fácilmente la falta de interés. El rol de los consulados en los Estados Unidos sigue siendo objeto de denuncias, por parte de los usuarios, debido a negligencia y la falta de trasparencia con la que operan.
Ya sabemos esos lugares son para colocar a sus allegados, no hay carrera diplomática que se respete, la principal credencial es ser recomendado de alguien. Lo siento por quienes han estudiado para ejercer estos roles de manera profesional, esos campos son por “conecte”.
El problema de la migración es de larga data, pero cada vez esta travesía se vuelve más riesgosa, los traficantes de personas, la violencia física, sexual, verbal son parte de las cicatrices de los millones de personas que buscan cruzar la frontera, en busca del sueño americano.
Pero para curarse en salud los gobernantes y sus lacayos han venido repitiendo como loros, que emigrar es un derecho, dejando por fuera algo muy importante, la seguridad de las personas, ahora los carteles manejan estas rutas de la muerte.
El cinismo institucional desborda y los gobiernos solo reaccionan cuando ya es demasiado tarde, como en este caso. Echarle la culpa a Trump es lo más fácil para estos seudo dirigentes y tomadores de decisiones latinoamericanos.
Si bien no es responsabilidad exclusiva de la actual presidenta, el panorama político en Honduras está dominado por estrategias sin rumbo claro, donde el plan sigue siendo no tener plan. Los políticos reconocen las falencias, pero la corrupción es sistémica, no se prioriza soluciones estructurales.
Por su parte, las políticas internacionales como las de la administración Trump han complicado la situación, dejando a los inmigrantes hondureños atrapados en un limbo.
Dentro del país, la política sigue siendo una herramienta que refleja los intereses de grupos que llegan al poder.
Algunos partidos se autodenominan de izquierda y prometen justicia social y redistribución, mientras otros enarbolan el capitalismo como bandera, promoviendo el libre mercado y la inversión privada. Sin embargo, en ambos casos, las promesas rara vez se cumplen.
El sistema sigue dominado por intereses oligárquicos y la corrupción, perpetuando un ciclo vicioso que no genera beneficios tangibles para la mayoría de la población.
En este contexto, Honduras continúa “fabricando pobres por millones”, personas sin oportunidades que, ante la falta de alternativas, se ven forzadas a emigrar. Los hondureños que se marchan enfrentan desafíos titánicos: legalizarse, adaptarse a un nuevo país.
Mientras tanto, en Honduras, el problema se acumula. Es fundamental visibilizar la realidad de los inmigrantes más allá de las cifras de remesas, reconociendo que su sacrificio no solo sostiene la economía, sino que también es una denuncia silenciosa de un sistema que les ha fallado, pero que los políticos se niegan a escuchar.
Los ciudadanos hondureños estamos en un estado de indefensión en nuestro propio país, quienes se van con la esperanza de mejorar y de alguna manera lo han hecho, porque hasta manda remesas, tiene como salida buscar legalizarse, si no les tocará regresar a un país que esta de mal en peor, vivirán en un Estado fallido y que solo favorece a un pequeño grupo.
Un panorama complicado, donde el que se va no quiere regresar por razones obvias.