Por Irazema Ramos, sicóloga
El cutting se refiere a la conducta que presentan algunas personas (generalmente adolescentes) que consiste en cortarse la piel con objetos afilados, generando heridas superficiales sin la intención de buscar el suicido. A esta conducta también se le conoce con el nombre de o self injury o risuka, en los últimos tiempos cada vez más niños, adolescentes y jóvenes están recurriendo a ellas como una vía para canalizar sus emociones, provocándose pequeños cortes en los brazos, quemaduras, rasguños, mordeduras, pinchazos con alfileres o agujas, en antebrazos, abdomen, muslos y piernas. Suele ocurrir de manera silenciosa, por debajo del radar de los padres, ya que los niños y adolescentes suelen esconder las heridas bajo la ropa.
En la mayoría de los casos, el cutting logra una disminución del malestar psicológico de los niños o adolescentes se cortan cuando se sienten tristes, disgustados, ansiosos, solos, estresados, impotentes, preocupados, etc. Muchas pueden ser las raíces del malestar emocional, abusos, trastorno de estrés postraumático, acoso escolar, depresión, ansiedad, una situación de violencia intrafamiliar, etc. Sin embargo, debemos considerar que también su raíz puede ser el resultado de situaciones menos violentas, como cuando los niños o adolescentes se sienten muy presionados con actividades extracurriculares, por obtener buenas calificaciones, por las demandas de los padres en lo que respecta a la religión o filosofía de vida, etc. Por lo que al provocarse dolor es una manera de sentir que tienen el control en algún aspecto de su vida y que pueden decidir cómo, cuándo y cuánto hacerlo. Además, el cutting puede tener una raíz social, ya que algunas veces es practicado para imitar a sus amigos e integrarse al grupo, el problema es que, con el tiempo, esos cortes se convierten en su manera para lidiar con el estrés y los conflictos interpersonales.
Hay que tener en cuenta que los cortes en la piel tienen una acción calmante porque activan la liberación de endorfinas, unos neuropéptidos que minimizan el dolor y generan rápidamente una sensación de bienestar. De esta manera, el dolor deja de ser emocional para convertirse en una molestia física, lo cual puede ser satisfactorio ya que es más fácil de gestionar. El problema es que el dolor físico desaparece tras un tiempo y vuelve el dolor emocional, lo cual hace que ese niño o adolescente tenga que recurrir nuevamente a las lesiones para sentirse mejor, llevando así una acción adictiva, al tener liberación de más neurotransmisores como, por ejemplo, dopamina.
Una de las primeras señales de alerta es que ellos deben cambiar su forma de vestir y empiezan a optar por prendas largas, sweater aun haciendo calor, usan muchos brazaletes y pulseras que le permitan esconder las lesiones. Debemos también considerar si encontramos pequeñas manchas de sangre en la ropa, toallas o la ropa de cama.
En mi consulta, los adolescentes me han expresado que sus cortes les resultan gratificantes, calmantes, estimulantes y son vistos como un grito silencioso, interno y rayado de ayuda, que no pueden expresar con palabras, porque no son escuchados o simplemente porque saben que nada de lo que sucede en su entorno, está en sus manos cambiar, no pueden decidir en nada.
Las autolesiones no se deben subestimar, ya que las consecuencias hacen referencia al bajo control de los impulsos, pobre gestión de emociones, a la incapacidad para resistirse a actuar contra sí mismos cuando surgen pensamientos agresivos o de malestar, por lo que, los vuelve más vulnerables a desarrollar o continuar con un repertorio de conductas autodestructivas.