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jueves, marzo 28, 2024

SIN VENDAS Las semitas de la esquina y la mona en la rama

Jesús Pavón  

¿Va a querer don? Mire, me dijo la doña de la esquina, están fresquitas, cómpreme unas, señalando sendas semitas. Yo ido pensando en la inmortalidad del sapo caminando de vuelta a la casa, ido entre cuentas de cómo pagar y los útiles de los cipotes, casi ni la determiné hasta que me paró “de romplón” en la esquina de la calle por donde caminaba. Me fijé entonces en ella, sentada en la acera en una banca, menuda, risueña y con mirada de trópico, se adivinaba por sus ojos un clima hermoso que podía cambiar a huracán así de fácil. ¡Si va a querer!, me dijo señalando hacia abajo y vi un canasto, tapado por una manta, lleno de semitas, oliendo a recuerdos de café y tardes de tertulia como solo las semitas saben hacerlo.

Le vendo barato me dijo, hoy casi no he podido mover nada, dijo, para más ella que para mí, es que la cosa está difícil, pero son de hoy fíjese, me dijo riendo. ¿Todo el día ha estado aquí?, le pregunté, asombrado por el lugar, ya era tarde y aún el sol nos bendecía con su calor de oro; sí, me dijo seria, pero ahorita ya está más fresco. Es que, si no vendo no como, me dijo, usted ya sabe que aquí ser pobre es complicado, dijo, levantando los brazos. Imagínese que ya días, cuando fuimos a votar por la esperanza de cambio, una doña iba a ganar y se imaginará que yo, como mujer y catracha, me sentí emocionada, tal vez y solo tal vez al estar una falda mandando cambiaba esto, tal vez una mujer nos brindaba apoyo, ella también sabe lo que es parir y conoce los miedos y amores que corren locos en el corazón de todas nosotras, hasta le dije a mi hijo, que ya venían los cambios que íbamos a mejorar, pero me dijo triste, aquí estoy toda asoleada en una acera vendiendo semitas para llevar el bocado.

Se imaginará me dijo, el desencanto, al ver que nuestras esperanzas, nuestras ilusiones, nuestros anhelos se hicieron chinitas, al ver que la doña solo mampara es porque quien manda es el señor y como hombre que es, jala para su matate nada más, no se preocupan y nunca lo han hecho por las mujeres de aquí, aunque vengan de una, solo entienden de papadas de machos, botas y sombreros, pues, como verá, estamos peor, más pobres y engañadas y de remate ahora las ventas están más difíciles, el pisto más escaso que un político honrado y con el corazón en la mano, porque en cualquier momento me levantan los de la alcaldía. No, si ahora ya la amolamos nosotras, mire don, nosotras las mujeres de esta tierra somos fuertes, desde siempre hemos aguantado de todo, desde sopapos de los maridos hasta dolores terribles, sabemos lo que es aguantar hambre, sentir la tripa pegada porque coman nuestros hijos, aceptamos engaños y que nos miren de menos, somos, como le dije, mujeres en un mundo de hombres, pues por primera vez vimos la posibilidad de un cambio, una de nosotras mandaría, por lo menos nos sentimos orgullosas mi comadre y “ayó”, pero qué, si ya vimos que la cosa es distinta, todo sigue igual y muy bien gracias. No sé qué viene, joven, me dijo ella, se supone que una manda, pero es otro el que gobierna y si pareciera que se pusieron de acuerdo con otros de otras tierras, que hasta los santos de las iglesias han quebrado, como que quisieran borrar nuestra cultura y copiar otras, pareciera.

Eso es lo que me preocupa fíjese, me acuesto preocupada, me acuesto esperando que la doña reaccione, pero creo que está igualita a mi comadre, que el marido se las pasa por enfrente y cada vez que se le ocurre la marimbea y ella solo sabe tener la esperanza de que va a cambiar; gallina que come huevos, aunque le quemen el pico, me dijo, seria.

Mírenos nomás, las dos en la tarde de esta tierra bendita, bien macaneados a la casa, sudados por todos los rincones a encerrarnos en nuestras casas porque de noche ya no se puede andar y rogándole a Dios amanecer para hacer otros pesitos más para pagar la luz y el agua que las quitan cuando quieren, ajustando la vida, como dice mi marido, para que lleguen los güirros a viejos y puedan pagar el cajón de nosotros. Esa es la tragedia, señor, como madre, mujer y catracha esperé mucho de una mujer, esperé que se diera el ejemplo, pero nos defraudó, nos enseñó que todo, creo, era pura pantalla, para que otro subiera, mandara sin pensar en ella. Lo único bueno es que nos enseñó que una tiene que seguir adelante por los güirros y no creer en políticas y papadas, aunque le quieran cambiar el nombre hasta el país, aunque le digan a uno que cambiarán la constitución, que los próceres son otros y que los himnos ya cambiaron, puras pajaritas preñadas, siempre ellos andarán en sus camionetas, con las bolsas llenas de pisto, comiendo el mentado caviar y carnes gordas, ¡eructando riquezas pues! Pero nosotras y nosotros, señor, solo como el chinito, viviendo alcanzados todo el tiempo, no importa el color que mande porque, la puritita verdad, me dijo envolviendo dos semitas y echándola en la bolsa que llevaba, todo sigue igual, es, como dicen por allí, estos son como la misma mona ¡pero en diferente rama!

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