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domingo, mayo 5, 2024

Culto a la personalidad o la Constitución

El pueblo hondureño merece lo mejor y más cuando llega a sus sentidos las noticias acerca de las gestiones en la Administración pública. Ya es hora que pongamos un alto al frenesí con e culto a la personalidad a tal o cual funcionario, sea por sus aciertos o por sus estupideces. Es por ello que debemos como pueblo diferenciar las cosas, ubicarnos y saber que la Constitución de La República y la ley en general está por encima a cualquier devoción patriótica. No nos referimos a la fe, que es un asunto muy personal sabiendo que el culto a Dios está por encima de todas las cosas, pero en el cumplimiento de la misión como seres humanos, que vivimos en un país concreto con tantas sombras que parece eterna la penumbra, donde estamos con números que se parecen a los países dizque socialistas con cifras de endeudamiento y pobreza que son fantásticas y se supone que nuestro sistema es de libre mercado. He allí la cuestión.

Por eso, las payasadas de cualquier perico de los palotes, de cualquier enemigo de nuestra democracia ya debe ser considerado a tenerlo de menos pero sí de cerca, vigilando que no nos vaya a echar por la borda con locuras exóticas que les rondan en la cabeza. El culto a la personalidad hacia individuos como ese se manifiesta con ciertos colores y puntos de vista. El historiador Jan Plamper ha escrito que los cultos a la personalidad de hoy en día muestran cinco características que los distinguen de “sus predecesores”: 1) los cultos son seculares y “anclados en la soberanía popular”; 2) sus objetos son todos varones; 3) se dirigen a toda la población, no solo a las personas acomodadas o solo a la clase dominante; 4) utilizan los medios de comunicación; 5) y existen donde los medios de comunicación pueden controlarse lo suficiente como para inhibir la introducción de “cultos rivales”.

¿Le parece casualidad que eso sucede de cuando en cuando, de manera periódica en Honduras?, es decir que el fenómeno del culto a la personalidad se refiere a la imagen pública idealizada, incluso divinizada de un individuo formado y moldeado conscientemente a través de constantes propaganda y exposición a los medios. Como resultado, uno es capaz de manipular a otros basándose completamente en la influencia de la personalidad pública. El culto a la perspectiva de la personalidad se enfoca en las imágenes externas a menudo superficiales que muchas figuras públicas cultivan para crear un idealizado y heroico imagen.

Precisamente de esos antihéroes es lo que no necesitamos sobre todo a la hora de conducir los destinos de un país con el pueblo más noble, con las bellezas más envidiables y los potenciales para generar bienestar. Tengamos esa observancia, se les debe bajar del pedestal pero sí mantener vigilancia porque los zarpazos los dan cuando menos uno espera.

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