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lunes, abril 29, 2024

CUADRANDO EL CÍRCULO: La Parranda de los Fulanos

Una sentencia muy sabia establece que los corruptos no necesitan acceder al poder para demostrar que son y están podridos, pasa que una vez cercanos y en el goce del erario solo evidencian lo que fueron siempre y quienes en realidad son.

Lo denunciado en relación con el reparto discrecional desde la caótica cúpula del Poder Legislativo, de bonos navideños a los diputados, supuestamente para comprar voluntades y con ello votos para aprobar un lesivo y nocivo Presupuesto General de la República, reafirma la idea generalizada que, con parlamentarios de esa calaña, tan torcidos y putrefactos, ésta Honduras jamás saldrá del abismo en que se encuentra.

Por supuesto que no son todos los legisladores los ruines y arruinados, los malos y nefastos, pero infortunadamente son los más, y los honestos, decentes y probos en servicio
público desgraciadamente son los menos. No es nuevo eso, lamentablemente y de manera infausta, es viejo ese comportamiento infame y conducta despreciable cada vez más frecuente en nuestros diputados que, como trúhanes mafiosos o tahúres de feria de pueblo
o de mercado persa, transan con las leyes, arman nefastas tramas a su conveniencia y, como en estanco o negocio de hetairas se prostituyen con la compra y venta de conciencias.

Son corruptos y corruptores se lee y escucha en cualquier parte, en donde también reiteran
la máxima popular de: “si quieres saber cómo es fulanito, dale un carguito”, referente a las
personas que se transforman cuando ganan o se les da un cargo público. Probablemente por eso es que algunos se desubican y endiosan, de acuerdo a la lapidaria frase de que “el poder es el mayor afrodisiaco que existe”, que se le atribuye a Henry Kissinger, exsecretario de Estado norteamericano, quien sin ser un adonis tenía fama de seductor, y de ser exitoso en sus negociaciones diplomáticas.

Lo cierto es que el poder atrae, corrompe y se convierte en droga para más de uno y desvela también cómo se es y transforman, porque la inseguridad y el poder actúan como un cóctel poco recomendable.

A ese comportamiento mental y por demás ególatra los expertos le llaman “Síndrome de Hubris”, que es cuando los poderosos se enferman en la posesión de poder, especialmente cuando se logra con un éxito abrumador y más cuando está ligado a una larga espera.

David McClelland, profesor de psicología de Harvard, establecía que a todas las personas las mueven diferentes motivaciones sociales y así destacan personas a las que les mueve influir en terceros o tener poder. Este último grupo se clasifica a su vez en dos: los que buscan un poder socializante, es decir, el bien común; y los que les mueve el poder individualista o salirse con la suya a costa de terceros.

En éstos últimos se trata del poder individualista fomentado por la baja autoestima que agrupa a quienes anteponen sus intereses a los del resto, aprovechados para ganar a toda costa y el contubernio y la colusión de diputados en permanente circo y francachela de nunca acabar resulta en una analogía de un festín de caníbales dispuestos a engullir, hartándose siempre y sin satisfacerse nunca con el expolio a las finanzas públicas.

Es la parranda eterna de los menganos, zutanos, perencejos y fulanos que como en un conciliábulo de trúhanes e infames consensuan convenientemente para burlarse y birlar (quitar con engaño y astucia) el dinero del pueblo, burlarse también y así jodernos más.Quizás por situaciones como esa es que hace décadas, el patrón del imperio bananero de la Cuyamel Fruit Company, Samuel Zemurray afirmó que valía más una mula de Kentucky que un diputado hondureño, y aparentemente tuvo razón, no porque esas mulas fueran caras si no porque nuestros políticos con su rapacidad y actitud devoradora en depredar el erario demuestran su bajeza que, aunque nos cuestan caro y su precio es poco y, que abusando para apropiarse del presupuesto que debería destinarse para los más pobres, muestran su ruindad y que definitivamente no valen nada.

Feliz Navidad, que siempre haya muchas bendiciones para todos y nunca más bonos para ningún diputado y tampoco compras directas de jefes o secretarios de Estado.

Herbert Rivera C.
[email protected]

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