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lunes, mayo 13, 2024

Consideraciones teológicas, de la guerra y de una nueva realidad

La humanidad debe ver las cosas desde todo ángulo posible y no solo desde la causa ideológica o gremial. Como especie siempre hemos estado enfrentados con nuestra propia existencia como tal, las guerras siempre han estado a la orden del día en toda la historia, tanto es así que, en aproximadamente 5 mil años de registros, la humanidad solo ha tenido –al menos- 500 años de paz, lo demás siempre es de conflictos en cualquier punto de la Tierra.

Según el mensaje cristiano, que es al que nos atenemos en Honduras por ser su mayoría creyente, es precisamente el orgullo lo que lleva irremediablemente a las almas al infierno. Obviamente que el pecado contra el Espíritu Santo es el que jamás se perdona, ni en esta vida ni en la otra, y, además, sin necesidad de tanto rodeo es esa soberbia de creernos más que los demás lo que nos deja pavimentado y servido el boleto al Hades. Decía un sacerdote católico en una homilía, precisamente el padre Jorge Mathus (QDDG) en Tegucigalpa, que: “Ustedes no necesitan ser tentados por el diablo, más bien anda como león rugiente en busca de peces gordos y no de gatos, más bien ustedes solitos caen sin necesidad de ser tentados por demonio alguno”. Fríamente podemos ver cuánta razón tiene esa reflexión, más allá de lo pintoresco que pueda parecer.

Bajo la observancia que estos acontecimientos no sirvan para llevar agua a su molino de las sectas milenaristas y escatológicas -sacar dinero a incautos-, las guerras son precisamente (obviamente un negocio y por ello es que, incluso entre los hondureños algunos andan sembrando el odio precisamente para acaparar poder) la más cruel manifestación del orgullo, prepotencia, soberbia o como quiera adjetivarse. Hoy, Israel vive una tragedia en su grado máximo, quizá comparable con el Holocausto y no podemos menos que solidarizarnos con un pueblo que ha sido perseguido desde siempre. Solo estamos esperando que esa conflagración, que no es entre naciones sino entre un país soberano y un grupo terrorista, se termine y lo antes posible porque el mundo verá en este tiempo el reordenamiento mundial y en el que no deja de sorprender dos cosas: el llamado de Rusia (hipócrita, por cierto) para el cese al fuego pero que también tiene sometido al pueblo de Ucrania bajo fuego y crímenes de lesa humanidad, y el silencio de China.

Las repercusiones económicas mundiales no se harán esperar, pronto el precio del petróleo, que es el principal insumo del desarrollo y más en países como Honduras, se pondrá más allá de las nubes. Se producirá zozobra fiscal, desazón popular en la mayoría de países y la gobernabilidad se volverá difícil de sostener debido al descontento. Ya de por sí entre los hondureños existe una terrible decepción con el presente Gobierno de izquierda, ya podemos ir deduciendo que incluso las migraciones serán inútiles ya que no habrá lugar dónde refugiarse. La izquierda en Latinoamérica aplaude el terrorismo, lo avala y lo fomenta (la vehemencia de defender al terrorismo de Estado en Nicaragua de parte de la señora de Zelaya lo demuestra, además de no querer aceptar, su partido político, la opinión de la mayoría del Congreso para la elección del Fiscal General), ya desde allí podemos deducir lo que nos espera a los hondureños.

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