SOBRE el alarmante nivel de violencia política desatada –en el imperio– en época reciente, decíamos ayer que, quizás no entiendan todavía que las palabras tienen peso –el poder de las palabras bien para el bien o para el mal– sobre todo en boca de semejantes figuras políticas cuyas potentes bocinas mueven el nervio de los impulsos primarios de tanta gente en el país.
Y agregábamos que lo incomprensible –aparte de lo anterior que efectivamente es una razón por la cual se ha generado ese comportamiento belicoso en sectores radicalizados– es que ignoren cuál sea el otro surtidor, si no la causa que carga mayor peso de culpabilidad, propulsor de ese peligroso fenómeno que los golpea.
(¿Entonces –tercia el Sisimite– han dejado que las plataformas tecnológicas y redes sociales operen a sus anchas, bajo un régimen de auto regulación? ¿Como si los dueños, sedientos de exorbitantes ganancias que les genera el enganche, vayan a querer limitar la transmisión de lo que enciende las más bajas pasiones del usuario? -Pues sí – interviene Winston– ¿de qué se asustan si lo que asusta es ese desparrame de toxinas venenosas que ellos mismos han soltado a los cuatro vientos? -Qué fatalidad –interrumpe el Sisimite– como que el mimado animalito de chiquito ya es toda una fiera que se les ha ido de las manos y ahora está a punto de devorarlos).
Estos serían –según un portal de consultas– los pecados capitales de las redes sociales en la propagación de la violencia política: “Los algoritmos de las redes sociales tienden a mostrar a los usuarios contenido que refuerza sus puntos de vista existentes”.
“Esto crea burbujas de pensamiento en las que las personas interactúan mayormente con aquellos que comparten sus creencias, lo que refuerza la “polarización” y hace más difícil el diálogo entre diferentes grupos ideológicos”.
“Como los contenidos más emocionantes o controvertidos tienden a generar más interacciones (me gusta, compartir, comentar), los algoritmos tienden a priorizar el contenido más “radical” o que provoca reacciones más fuertes”.
“Esto favorece la difusión de mensajes de odio, conspiraciones y posturas extremas, ya que estos generan más “engagement” (enganche), que el contenido moderado o basado en hechos”. “Las redes sociales han facilitado la difusión de “desinformación” y teorías de conspiración, que a menudo contribuyen a la radicalización de ciertos grupos”.
“Estas narrativas, a menudo alimentadas por la retórica incendiaria de las campañas políticas, pueden llevar a que algunos grupos de votantes se sientan amenazados o traicionados, lo que aumenta el riesgo de violencia”.
“A pesar de los repetidos llamados para regular las redes sociales, “las plataformas tecnológicas” han sido reticentes a tomar medidas firmes contra la difusión de contenido violento o polarizador, a menudo justificándose en la libertad de expresión”.
“La “falta de una regulación clara” ha permitido que las redes sociales actúen con una autonomía que ha exacerbado el conflicto social y político”. “Las redes sociales también han facilitado la “organización y radicalización” de grupos extremistas, que usan estas plataformas para difundir mensajes de odio, reclutar miembros y planificar actos de violencia”.
“La retórica violenta de las campañas políticas puede ser un catalizador, pero las “redes sociales amplifican y exacerban” estos conflictos al promover el contenido que genera las reacciones emocionales más intensas”. (¿Y qué decís –tercia el Sisimite– de ciertos instigadores del caos, en la prensa convencional, que igual pasan tejiendo teorías de conspiración? -Allá –interviene el Sisimite– y parecido acá, ya que lo bueno no se les pega, pero –para copiar lo feo– lo malo se pega como patacones.
¿Y el argumento –insiste el Sisimite– de la libertad de expresión? -¿Y es que –responde Winston– la libertad de expresión (que aquí defendemos fervientemente si se trata de la correcta práctica de ese principio), equivale a impunidad de los delitos?
¿Calumniar, difamar y hacerse de la vista gorda, destruir honras, elucubrar estupideces para sacarse clavos, falsear a sabiendas que es mentira, despreciar los valores, irrespetar la probidad de personas íntegras, proferir groserías –lesionando hasta la vida personal y familiar– e incitar al odio?).