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domingo, octubre 6, 2024

Cómo no hacer arroz con camarones

Lo que menos imaginé fue que alguna vez iba a compartir con mis estimados lectores una receta… hoy ha sucedido.

Pero, ojo con las equivocaciones, aunque en realidad es una receta, la acompaño de una advertencia seria: No importa lo que suceda, por ningún motivo, bajo ninguna circunstancia intente seguirla pues es posible que su cocina, al igual que la mía, sea poseída por un ente casi sobrenatural.

¿No me cree? Vea lo que me aconteció. ¿Por qué lo hice? ¿Cómo me atreví a inventar una receta de cocina? Dicen que no hay nada más peligroso que un loco con iniciativa y yo tendré que agregar: Es aún más riesgoso un espíritu misterioso dominando la mente de un aficionado en la cocina.

¿Qué sucedió? Como decía Poncela: Los impacientes pueden ir hasta el final del relato de inmediato, los demás porfa continúen la lectura.

Un buen día, aún no sé ni por qué, juro que no estaba inspirado en cocinar. Es más, ni siquiera tenía gusto para otra cosa que una hamburguesa con sus respectivas papas fritas, suficiente con eso.

Pero, de la nada, sin saber porqué, quizá guiado por una fuerza del más allá, tomé un olla arrocera, agua, arroz bien lavado, algunos condimentos, salsa soja y 8 camarones precocidos y de buen tamaño, encendí la estufa y puse todo aquello a cocinar.

Tuve una leve sospecha de que algo no andaba bien cuando la visión de la mezcla me resultó parecida a aquella de ollas donde los caníbales cocinan a sus víctimas (según memes y tiras cómicas).

¿Una interrupción antes de seguir adelante? Debo aclarar que, como casi todo lo que escribo, esto sucedió realmente, la historia es verdadera… a menos que sea inventada, pero en este caso no lo es.

Es posible que ni siquiera en las películas de horror mexicanas (que son las peores) haya existido un monstruo como el que nació y creció en mi olla arrocera.

Puedo también incluir las películas norteamericanas de sangre baratas, con efectos especiales que no dan miedo, nada más un poco de risa y cólera.

Después de un rato de cocción y de la sospechosa aparición de olores de no muy buen presagio, finalmente el platillo estuvo terminado.

La olla arrocera ase apagó automáticamente y yo, haciendo gala de un valor que no poseo, tomé una cuchara. Quiero decirles que, a pesar del feo aspecto (negro, con camarones blanco/rosado asomándose por aquí y por allá como colmillos de tiburón asesino), pues bien, a pesar de lo desagradable y desalentador de su aspecto intenté probar.

No puedo decir que se trató de una sorpresa; cualquier persona normal hubiera detectado de inmediato que algo no andaba bien (o que todo andaba mal) y, consecuentemente, jamás lo hubiera llevado a su boca.

Claro, me refiero a personas normales. Pues bien, ningún presagio fue suficiente, nada que haya anticipado pudo haber estado cerca de la realidad que se manifestó -como una presencia en mi sentido del gusto.

Lo quiere en pocas palabras o en muchas, cómo se lo digo? En pocas: Lo peor que he intentado en mi vida! En muchas: Lo peor que he estado cerca de probar en mi vida y eso que yo he comido cosas extrañas.

La verdad, no alcancé a saborearlo. Por eso les digo nunca usen esa receta, ni siquiera aquellos que siempre intentan demostrarme que estoy equivocado… no lo hagan, se están metiendo con fuerzas más allá de la comprensión humana.

Cuando el aroma (creo que ese nombre es injusto) salió al exterior inmediatamente se produjo un cambio en los alrededores.

Algunos podrían haber jurado que se trataba de que, finalmente, el cambio climático planetario se había manifestado totalmente.

Las gallinas empezaron a hacer escándalo en el vecindario, los perros ladraban, la gente corría, un par de ambulancias pasaron sonando las sirenas a todo volúmen, no puede haber sido coincidencia, cierto? ¿Rayería? Claro que cayeron rayos provenientes de quién sabe dónde ya que estaba totalmente despejado, ni una nube en el horizonte.

Luego, como una extraña y sospechosa coincidencia, el cielo se empezó a poner oscuro presagiando una tormenta que en poco tiempo estalló pero sólo encima de mi apartamento, ese día no llovió en ninguna otra parte, ¿obra de los dioses? La olla arrocera se perdió, pensé que sólo con un exorcismo se le podría quitar el olor pero jamás la mancha negra total.

Llamé a un sacerdote amigo que se negó temeroso… lo comprendo. Finalmente una pregunta: Quién me pone a cocinar cuando el chino de la esquina vende un delicioso arroz con camarones y a veces le pone 10?

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