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Honduras
viernes, abril 19, 2024

COLUMNA CUADRANDO EL CÍRCULO: La huelga eterna

Como muchos en todas partes, cada madrugada me despierto agradecido con Dios por tanto y en especial por el milagro de la vida; animado, de inmediato me levanto y optimista tras los primeros tres pasos, como es costumbre desde niño, enciendo el radio esperanzado, aunque sin certezas, de que hoy será diferente y no otra cotidianidad más de paros o de huelgas, de protestas o reclamos, de exigencias o demandas, de tomas o plantones, pero no, infortunadamente es la de nunca acabar.

El dial, mientras salto de un noticiero a otro, me obliga a no volar en la esperanza y aterrizar en la realidad, vivo en un país volátil, casi al borde del abismo, hundido en la desesperanza y en la imposibilidad de vivir si no mejor, al menos con dignidad y en paz.

Las ondas hertzianas de inmediato me hacen volver en razón, o en la locura, y otra vez como antes de acostarme caigo en la incertidumbre y la desazón porque todo sigue igual, y hoy como ayer y aparentemente igual mañana, las tomas de carreteras, de instalaciones públicas continuarán al igual que la semiparalización de un país de gente caótica y anárquica, de gobernantes y gobernados que en lugar de solventar problemas por las buenas prefiere solventarlas por las malas.

Iluso, como si en la televisión informaran de cosas diferentes, apago el receptor y enciendo la caja de imágenes, y ahí los divos de la pantalla y sus turgentes y locuaces, casi que parlanchinas acompañantes, parlan de lo que pasa en una Honduras que parece ingobernable.

También reportan de una situación problemática y desesperanzadora porque en la capital los colonos de varios sectores impulsados por la necesidad y la calamidad reclaman servicios públicos, otros piden reparación de carreteras, en todo el país demandamos rebajas en la canasta básica, los campesinos también un pedazo de tierra donde cultivar y subsistir, además, cómo no, por supuesto, también los activistas del partido de gobierno hacen sus acostumbrados zafarranchos para que les cumplan lo que les prometieron y les satisfagan sus nuevos caprichos o antojos.

En donde vivo, aunque hay muchos y grandes problemas parecen no ser tantos y hasta mínimos al par de otros lados en donde las dificultades se visualizan casi inmensas.

Pasa en “cerrocigalpa”, pueblo grande con ínfulas de ciudad enorme y con vanidades de urbe moderna en donde la anarquía es perenne y el caos permanente las huelgas y quemas de llantas a diario son la regla por la falta de agua, accesos deplorables a las colonias de los pobres, también porque la mayoría quiere trabajar en el gobierno y además porque los congestionamientos hacen improbable y muy difícil el simple tránsito y así vivir se vuelve invivible y sacar el país adelante parece imposible.

Fuera de las exigencias de los activistas políticos, parecen justas las demandas de los pobladores en cualquier parte del país, tanto las de los que sin importarles el derecho a la propiedad privada las invaden para sembrar algo o venderlas una vez se las legalicen, igualmente parece justificado el reclamo salarial de los empleados del Ministerio Público en huelga hace 50 días, e igual las peticiones de médicos y enfermeras de hospitales públicos, o de maestros y jubilados que presionan por mejores condiciones de vida.

Todo, o casi todo tiene que ver con soluciones que implican dinero, desde las presiones de hace décadas del siempre voraz e insaciable sector transporte prestador de un pésimo y casi mortuorio servicio, también las peticiones de una empresa privada que produce y exporta poco pero que importa casi todo y que por ello es opuesta y cuestiona las recién planteadas reformas tributarias, además con plata tienen que  ver las peticiones de los productores del agro demandantes de subsidios para producir algo y vender mejor, aunque al pobre le llegue menos y pague más.

Es sin duda todo un cisma social en el que vivimos en esta hondura, casi que socialmente abismo en el que todos quieren salir de la profundidad y de su ahogo con el salvavidas que esperan les lance el gobierno, los proteja, les resuelva todo y aplaque su apetito para arreglar lo suyo o lo de cada gremio o sector.

Pero y los pobres qué, visto está que el erario o el presupuesto público no da para tanto ni para muchos, y quizás como el agua bendita apenas serviría para aplacar la sed de tanto diablo si no le dieran “volazón” para otro lado.

Honduras no da para más, tiene desafíos enormes pues continúa siendo uno de los países más pobres y desiguales, su desarrollo humano se encuentra entre los más bajos y más de siete millones de habitantes sobreviven en pobreza o extrema pobreza.

Así, optimizar la gobernabilidad es impostergable y mejorar la calidad de las instituciones sigue siendo clave y requiere además abordar los problemas de captura del Estado, también mejorar la capacidad de los ciudadanos para exigir responsabilidades al gobierno y al mismo tiempo cumplir con sus obligaciones y deberes ciudadanas y en ese propósito es fundamental aplicar la ley para reducir los niveles de delincuencia y violencia.

La situación no sólo es crítica sino preocupante y deja poco espacio para la esperanza, mientras siga así serán muchos más los hondureños que se quieran ir y serán menos los que queramos o estemos obligados a quedarnos en este país en huelga permanente.

Herbert Rivera C.
[email protected]

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