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sábado, mayo 4, 2024

Ciencia ficción Resumen para una novela

Ed miró el transparente tanque donde, hasta el día anterior, había habitado su “amigo” Mongy (diminutivo de su verdadero nombre, Mongalo), el pulpo más inteligente de todos los que había conocido y estudiado durante los últimos 10 años.

El tanque estaba vacío y por ninguna parte había señales, se había esfumado sin dejar huella.

Bueno, lo sucedido -pensó- es un nuevo aprendizaje sobre los pulpos.

Se dispuso a vaciar el tanque, cambiar algunos de los adornos y la arena de mar que cubría el fondo y prepararse para un nuevo inquilino.

Revisó el refrigerador donde usualmente le dejaban el almuerzo, los sándwiches eran más de lo acostumbrado. No pudo identificar lo que comía, sólo que la cantidad de emparedados era mucho mayor de lo normal, pero estaba delicioso, tendría que preguntar para volver a ordenarlo.

Su meticuloso estudio incluía revisar la colocación de todos los objetos y determinar si el pulpo había modificado su posición y, de ser posible, descubrir la razón.

¿Una flecha dibujada en la arena? Absolutamente increíble, pero eso y no otra cosa era.

Sólo Mongy podía haber trazado esa flecha, jamás podría haberse marcado sola o con el movimiento del agua.

¿Dónde apuntaba esa flecha? ¿Tendría algo que ver con la fuga o era una indicación a seguir de Mongy?

La dirección de la flecha inequívocamente era hacia el modelo experimental de un complicado aparato diseñado por Ed que le había permitido -de manera extraordinaria- comunicarse con el pulpo.

Se dirigió al “comunicador inter especies” -como lo había bautizado- para determinar si el dispositivo era lo señalado por la flecha en la arena.

Una casi imperceptible gota de agua sirvió para comprobar que, en efecto, Mongy había estado ahí, pero, para qué, ¿algún mensaje de un pulpo?

Conectó su móvil con el “comunicador “, entró en la aplicación -también creada por él- e inmediatamente empezaron a aparecer a toda velocidad números, signos, letras y hasta algunos dibujos incomprensibles. ¿Quién había introducido estos datos? ¡Nadie más tenía acceso a sus instrumentos! ¿Podría tratarse de Mongy? ¡Cómo diablos!

El interés y una terrible curiosidad le obligaron a permanecer en el laboratorio por casi dos días, afortunadamente la provisión de sandwiches había sido más abundante de lo normal.

Pero no pudo, nada logró sacar en claro excepto la comprobación de que no se debía a fallas del equipo o eléctricas, indudablemente eran datos introducidos por alguien, quizá -y le costaba aceptarlo- el mismísimo Mongy.

Fue entonces que algo en su interior le hizo pensar -como quien recibe una descarga eléctrica- que debía poner su mente a trabajar como si fuera su amigo el pulpo. Pero, ¿cómo hacerlo?
Otro chispazo le brindó la solución, debía apartar de su mente todos los conocimientos, todas las respuestas lógicas cuando se volviera a sumergir en la montaña de datos, dejando que fuera su instinto y no sus conocimientos los que dirigieran la investigación; el asunto funcionó, todo lo incomprensible brilló claramente en su cerebro, no en la pantalla del móvil.

“Querido Ed, por nuestros años de relación tengo que decirte que nada responde a cuestiones personales mías, no soy otra cosa que uno de los miles de millones que hemos existido casi desde el comienzo de los tiempos de la Tierra.

Nuestra especie -que avanza conquistadora por el espacio de planeta en planeta- ha iniciado desde hace eones la conquista y posesión de las especies dominantes en todas partes.

Pero ahora, nosotros somos la especie dominante en todas las galaxias y avanzamos sin que nada nos detenga, no tenemos prisa. Cada vez que alguien ingiere nuestra carne -aunque haya sido muerta, condimentada y cocida- hemos desarrollado la forma de preservar nuestra esencia, la cual se dirige al cerebro sin que nada pueda detenerla.

Nuestro plan no es a corto plazo, nuestra inteligencia dominará su cerebro haciéndolo evolucionar hacia donde nos sea conveniente a nosotros, el tiempo no cuenta, ya que, con esa trasmisión de nuestra esencia, realmente volvemos a la vida en cada mente que tomamos.

Le ha tocado ahora a los humanos, en cuyo cerebro nos hemos ido introduciendo poco a poco conforme ellos se han alimentado de nuestra carne.

Ya ha sucedido en miles de planetas, no sólo con humanos sino con todas las especies vegetales y animales que hemos encontrado, todos evolucionan hacia donde nosotros los dirigimos.

¿Dónde estoy? No fue un mensajero quien trajo esos emparedados que estás comiendo desde hace dos días, yo los hice y me coloqué en ellos como el plato principal.

Ahora, querido amigo, mi esencia va camino a tu cerebro, pronto seremos uno solo”.

Nadie lo creería, no había manera de probarlo, su suerte y la de la especie humana estaba irremediablemente trazada.

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