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domingo, octubre 6, 2024

Althusser: el pensamiento desnaturalizado

Louis Althusser fue un gran filósofo marxista de origen francés, que todo estudioso serio de la política debe conocer. Su crítica radiográfica se basa en la tesis de que el sistema capitalista, asentado sobre la base del consumo de bienes y servicios, no sería posible sin la reproducción biológica y cultural de la fuerza de trabajo.

Para asegurar la producción, creía Althusser, el capitalismo necesita que las familias se multipliquen en un ambiente que garantice la satisfacción de las necesidades más vitales. El salario se encarga de ello. Sin embargo, para Marx, la compensación ofrecida a cambio de la participación directa en la producción, nunca será suficiente para un trabajador, porque no refleja el valor real del aporte de este. De ahí que se genere una tensión permanente entre trabajadores y empresarios, que, en la teoría marxista, se conoce como la “lucha de clases”.

Así nacieron los hoy obsoletos sindicatos.

La otra idea no menos importante de Althusser aparece en su obra “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”. El Estado, según el pensador, ejerce dos tipos de influencia sobre la población, una de carácter “adormecedor” y otra de naturaleza represiva. La primera corre a cargo de los agentes culturales, como la familia, la escuela, la iglesia y los medios de comunicación. De la segunda se encargan las fuerzas armadas, por si las cosas se alteran.

Toda revolución que logre trastocar el sistema injusto y explotador, diría Althusser, no sería completa sin un cambio cultural que modifique el papel de los agentes ideológicos ya mencionados. Si Althusser viviera, se sorprendería al ver que la batalla de la izquierda de hoy no se libra en las montañas sino en el campo cultural, mientras que la lucha política se apega a los medios electorales de la democracia liberal, algo impensado para el filósofo que seguramente creía en la revolución armada.

Althusser, sin embargo, no vivió lo suficiente para ver la estrepitosa caída del proyecto socialista, que hacía aguas desde los días de Stalin. El socialismo que los pensadores humanistas habían soñado como el fin de la historia, desembocó en una suerte de fascismo rojo mientras sus fundamentos apenas son recordados por políticos mendaces y académicos ideológicamente extraviados.

¿Murió Althusser en 1990 agobiado con el cruel descubrimiento de que sus planteamientos chocaban escandalosamente con la historia? Sorprendería al pensador que su teoría de los aparatos ideológicos del Estado, clave para transformar el sistema económico y político, sigue vigente, pero con una visión degenerada -ver Cuba, Venezuela y Nicaragua-, e incompatible con el humanismo con el que el francés soñaba.

Se desconcertaría al ver que su pensamiento se ha convertido en una especie de recetario que la “nueva” izquierda utiliza para tomar el poder y concentrarlo -como Stalin-, sin darle los créditos al esfuerzo de su sesudo pensamiento.

La victoria inequívoca del socialismo se la quedarán a deber porque no la vemos por ninguna parte. Su fracaso se convirtió en la tesis de la mentira que hoy día es utilizada con fines meramente de propaganda en Latinoamérica, mientras la práctica dicta otra cosa.

Moraleja: muy a pesar de Althusser, las grandes ideas de individuos fuera de serie, llega el día en que sus acólitos las desnaturalizan hasta reciclarlas como si se tratara de simples envases plásticos.

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