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jueves, mayo 16, 2024

SOBRE LA PELÍCULA BARBIE

Se ha desatado una batalla algo extraña entre conservadores y liberales en el mundo actual, sobre todo con el auge de las redes sociales y la libertad (término que está de moda) de expresión, prensa, pensamiento, conciencia.

Por un lado, están los pro Trump, Bolsonaro, Berlusconi, y ahora, pro Milei. Furibundos anti diversidad sexual, educación sexual liberal y aborto, por citar algunos.

En el otro extremo, lo que llaman la agenda oculta de la ONU, apoyada por los judíos y la comunidad lgtbiq, los cuales quieren libertad total para enseñar nuevas formas de sexualidad a los niños y adolescentes, matrimonio entre iguales, derecho al aborto, entre otros objetivos.

Se ha vuelto tan loca esa batalla que la han llevado a todas las áreas del quehacer humano, hasta películas inocentes.

Vi la película en la casa, por lo cual pude analizarla y llegué a algunas conclusiones. En primer lugar, déjense de exageraciones. La transculturización viene de décadas, y hasta ahora les importa. Lo han hecho una guerra política e ideológica.

Me imaginaba que sería una tontería para niñas, pero la verdad que, incluso hasta por un par de desagradables menciones a los genitales (no apta para menores de 12 años), es una película con una gran cantidad de mensajes que quedé sorprendido.

No es una película para niñas… es una película para hombres y mujeres adultas.

Algunos temas que tocan en la película, a mi parecer, son los siguientes:

  1. El mundo superficial y estandarizado que el sistema quiere imponer.
  2. Los problemas que se suscitan por el dominio de un solo sexo.
  3. La valiente búsqueda de respuestas a los problemas; de la propia identidad y de la autorrealización.
  4. Matriarcado vs. patriarcado. ¿Cuál es mejor? Lo mejor es el trabajo en equipo.
  5. La idealización de la belleza como “ideotologización” (aplica a hombres y mujeres).
  6. El condicionamiento, mediante juguetes, de ciertas conductas y roles que se esperan de las niñas (y también aplica a los niños).
  7. El ataque al consumismo desenfrenado, la parte oscura del capitalismo (¡ojo!, soy totalmente procapitalismo).
  8. La irracionalidad de echarle toda la culpa de cómo camina el mundo a una muñeca o, hablando en general, a un producto comercial en particular. El desastre en el mundo, como, por ejemplo, el calentamiento global, tiene muchos factores, muchas fuentes, en particular la inveterada conducta humana irresponsable y egoísta.
  9. Lo complejo que es la mente humana en sus relaciones con los demás.
  10. Un toquecito de humor contra la cultura de las megas corporaciones gringas.

Sin duda alguna, Matell permite todas estas críticas porque también saca su provecho: la reivindicación de la muñeca, del producto comercial que en esencia es, de la diversificación de tareas y profesiones a las que, como empresa, incitó a las niñas a alcanzar como una meta (y así vender más muñecas).

Al final se repite la “fábula” de Pinocchio, del juguete que quiere ser humano, a pesar de todas las complicaciones y consecuencias de ser un ser humano: decisiones, responsabilidad, enfermedades, retos, envejecer.

Una de las partes más sublimes: cuando, en la parada de autobuses, se queda viendo a la ancianita y ella, Barbie, que es inmortal, inmutable, le dice: “Qué bella que es usted”.

La otra parte: cuando, con los ojos cerrados, hace contacto con su dueña a puro recuerdo, y en pocos segundos se despliega ante la pantalla la evolución de una niña a adolescente.

¡Ah! Y el discurzazazo de América Ferrara sobre lo difícil que es ser mujer en el mundo occidental, que se junta con lo que dice el personaje de su hija en otra escena: “Nos odiamos entre nosotras, los hombres nos odian, todos nos odian”. (Qué bien le ha caído bajar de peso a la hondureña).

No es que las mujeres vivan en un infierno en este mundo, en esta sociedad, con nosotros los hombres, pero casi.

Para mí esa película es un logro: de algo tan superficial sacaron una gran cantidad de mensajes densos y relevantes que no puedo sino aplaudirla. No en balde ha roto récords de taquilla.

Creo que para hablar sobre este tema estoy al tanto de esa agenda oscura que no sé si sea cierta, pero que puede ser probable contando con el poder y el egoísmo que hay en las altas clases privilegiadas. Pero para destruir la familia ha bastado y sobrado la pedofilia de los sacerdotes, el enriquecimiento ilícito de los pastores, los padres borrachos y abusadores, el acoso laboral al que son sometidas las mujeres, las religiones que prohíben razonar y tienen a las mujeres como seres de segunda categoría, el machismo que ve la infidelidad del hombre como una hazaña, o sea, para destruir a la familia ni las feminazis, ni la comunidad lgtbiq, ni la ONU necesitan de agendas ocultas.

Ya ha habido prueba suficiente que son otras ideologías, socialmente aceptas, las que dividen a la familia. No obstante, hay que estar pendiente para cuidar a nuestros niños.

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