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viernes, mayo 3, 2024

SIN VENDAS: Lo negro que respiramos

Caminando en el centro, viendo si le compro alguno que otro chiringo a los cipotes para Navidad, eso sí, ajustando y buscando la paca más surtida, nuevos creo que no ajustamos, me dije, o son los reestrenos o comer pollo para el veinticuatro. Pues caminado a paso ligero, como buen peatón, viendo para todos lados porque en estas fechas, usted sabe querido lector, los uñudos abundan.

La cosa es que caminado y volando ojo iba yo, cuando de repente, casi mágico, como esos conejos que sacan a la carrera de un sombrero, me encontré, doblando la esquina, a mi vecina, sentada junto a un vendedor de achinería, en la acera. Me llamó la atención y pues, como dice la tradición, la saludé a ella y a él con un ‘buenas tardes’. Luego de responderme el saludo ella me contó a la carrera que es su hermano y que de vez en cuando se viene a saludarlo. El señor, hombre pequeño, tostado por el sol del trópico y curtido por la calle, me vio con esa mirada matemática que desarrollan los vendedores, lo pesan, lo tasan y lo analizan a uno, pensando mil posibilidades de venta y todo eso en un segundo. Me alegra me dijo con voz ronca, voz de trueno, decía mi finada abuela que, aún salude joven, me dijo entre sonrisa y seriedad, ahora lo negro que respiramos casi.

Os ha borrado lo que fuimos, me dijo serio; sí, dijo mi vecina, aquí donde lo ve es leído este y sonrió, ¿cómo así? Fue lo que alcancé a decir; sí, confirmó él, lo negro que respiramos, esa inmundicia se nos ha metido por la nariz y los ojos y sospecho que en los oídos y nos llega hasta el seso, hasta cambiar lo que siempre hemos sido, yo todos los días lo veo, me dijo, como una tragedia que se repite; mire, me dijo haciendo un gesto, aquí ya nadie saluda, llega uno a cualquier lado y entra como Pedro por su casa, ya el saludo y la cortesía nada, en los buses lo andan como ganado a uno, no hay el mínimo respeto por la tercera edad ni la primera, lo más importante es el billete creo yo, en la calle se lo escapan de llevar a uno, porque cada quien maneja como si él solo importara, olvidándose que hay reglas, si hasta en la tele se vieron a dos papos queriéndose machetear, eso es consecuencia de lo negro que respiramos, se nos ha metido en el alma, el yo antes que nosotros y si le sumamos que al gobierno ya no le interesa que los cipotes estudien, que aprendan a ser gente pues, se han olvidado la cívica y el orgullo de ser de aquí, entonces no hay que pedirle mucho a la vida.

Cada día vivimos más en un potrero y menos en una ciudad, me dijo. Somos un montón de seres humanos que se nos ha olvidado ser humanos, confirmó serio. Ya no hay respeto al vecino, ahora solo lo mezquino, lo de uno es lo que manda, los demás hacen los mandados y eso compa es lo negro que respiramos, lo que nos está matando. Al seguir mi camino hacia la paca, pues, me fijé en lo cotidiano, vi unos jovencitos chuleando un anciano, vi un bus raudo y veloz en una calle que solo cabe apenas un carro, sin ningún tipo de miramientos, vi puestos en la acera que lo obligan a uno a caminar en la calle porque solo ellos y sus ganancias importan supongo y vi caras tristes, caras serias; sí, me dije, yo también lo siento, lo negro que respiramos, hemos dejado de ser sonrientes, de ojos alegres y amables, ahora somos serios, tristes y siempre viendo cómo sobrevivir nosotros y los nuestros; sí, me dije para dentro, aun en los hogares tratamos muchos de inculcar educación, aún les enseñamos a los peques a ser educados, pero es cierto… lo negro que respiramos está en todos lados y se nos mete en el alma, eso nos está comiendo, eso nos está matando y estoy seguro que va ganado, ese cáncer nos está destruyendo, la educación cada día más baja, se tuvo que decidir entre comer y estudiar en muchos hogares, es lamentable pero real y estoy seguro que este dios inmundo tiene nombre, es el dios del hambre, de la aflicción, el dios de las lágrimas y tronazón de dedos y chirriazón de tripas, el que mató los buenos modales y se nos vino a reinar aquí calladito y furtivo y se llama pobreza.

Jesús Pavón

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