FRENTE a los acontecimientos vertiginosos del mundo circundante, lo aconsejable es mantenerse dentro de los cauces de la cordura. Lo contrario es el nerviosismo exagerado y las neurosis que conducen a que incurramos en errores de apreciación con efectos prácticos altamente negativos.
Igual acontece cuando hay túmulos y baches inesperados en las carreteras, ya sea de día o en noches oscuras, porque cualquier impulsividad de los motoristas de que se trate, provoca accidentes escalofriantes.
Los motoristas más experimentados reducen la velocidad de sus vehículos, guardan distancia y evitan, mayormente, las tragedias que se puedan evitar. Es más, se informan de cómo están los caminos antes de recorrerlos.
Aunque la comparación parezca burda, tiene sentido cuando se trata de las otras dimensiones de la vida social de cualquier país o región del mundo.
Los dirigentes de los países pequeños son los llamados a guardar mayor serenidad dada la vulnerabilidad de sus posiciones geográficas y económicas, y a esperar con paciencia “franciscana” el desarrollo ulterior de aquellos acontecimientos que se escapan de las manos.
Es comprensible que en ciertos países pequeños como Singapur, hayan adoptado el multilateralismo para la posible solución de los problemas internacionales, en tanto que es la mejor salida frente a las grandes potencias que a veces generan conflictos por encima del concierto de las demás naciones, y a veces sin medir las consecuencias catastróficas, tal como sucedió, con varios errores de cálculo, en el curso de la primera y de la segunda guerras mundiales en los primeros cincuenta años del siglo veinte.
El simple ciudadano de la calle, ya se trate de naciones poderosas o pequeñas, tiene que aprender a observar con detenimiento los comportamientos de aquellos que determinan o desean determinar sus destinos individuales y comunales.
El ciudadano íngrimo tiene que aprender a leer los entrelineados y a olfatear por encima del horizonte, lo cual, por supuesto, no se aprende de la noche a la mañana. A veces hay que sufrir más allá de las capacidades de sufrimiento que aguantaría una sola generación. Por eso en los pueblos con tradiciones milenarias, los jóvenes de las nuevas generaciones experimentadas intentan leer los libros “prohibidos” o buscar información menuda en los archivos, a fin de formar sus propios criterios, y que nadie les cuente cuentos de aquello que acontece a los dos lados de un río tempestuoso.
Ni en lo que respecta al pasado mucho menos al presente y al porvenir. Es lo que sucedió en Polonia antes de la caída del Muro de Berlín. Los historiadores y novelistas de allá utilizaron sus propias fuentes de investigación, saliéndose de lo trillado.
Aunque parezca abrumador hay que conocer los comportamientos económicos de diversas sociedades, y especialmente del país en el cual se habita. Hay que conocer las propiedades químico-geológicas de las tierras nacionales y ejidales y asimismo las condiciones climáticas que inciden en los cultivos lugareños.
Es preciso saber, además, qué “misterios” se ocultan detrás de la circulación monetaria y del fenómeno de las hiperinflaciones, y las posibilidades de neutralizarlas. El llamado “circulante” y la capacidad monetaria adquisitiva son decisivos en la vida cotidiana de los pueblos.
A la par se debe conocer aquello del “ordenamiento territorial” en caso de que exista, y las probabilidades de introducirse con éxito comparativo en los nichos internacionales más recomendables a fin de poder competir y conseguir divisas fuertes en el intercambio mundial. Esto hay que sopesarlo siempre, asidos de la indispensable serenidad en el análisis.