Una de las metas más cruciales para la humanidad es lograr erradicar el hambre, aunque los 17 objetivos trazados por las Naciones Unidas para cumplirse en el 2030 son importantes, el segundo es vital: Hambre cero. ¿Quién puede ser productivo, estudiar, pensar, planificar con altos niveles de desnutrición? Según la Pirámide de Maslow, primero debemos suplir las necesidades básicas, como es la alimentación, para luego cubrir las otras dentro de la jerarquía que él propone.
De acuerdo con datos de la FAO (2023), en Honduras casi la mitad de la población sufre desnutrición, lo cual es preocupante, ya que significa que la población consume poca o deficiente alimentación. Pero hay otros datos revelados el estudio “Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición 2022”, elaborado por la misma organización, que reporta que 1.5 millones de hondureños no logran satisfacer las necesidades mínimas de ingesta de calorías. O sea 2 de cada 10 hondureños padecen hambre severa, cuando uno mira las cifras quizás no es tan impactante como cuando las vemos con rostro humano.
Es triste imaginar cuando Juancito o Anita llegan a la escuela de su aldea o su barrio, sin haber tomado el desayuno y no tienen suficiente dinero para comprar una merienda saludable. Quizás muchos de estos niños tienen la esperanza de que recibirán la merienda escolar, esa misma que los gobiernos siempre anuncian en la propaganda o quizás tienen la esperanza que talvez un compañerito generoso les compartirá parte de sus alimentos.
Honduras ocupa el puesto 62 de 121 países Índice Global del Hambre de 2022, el nivel de hambre es moderado, pero, según la FAO, este nivel no es alentador y debemos trabajar para que pase a un nivel bajo, como es el caso de Chile o Costa Rica, pero el nivel de hambre en Honduras es similar al de Nicaragua, Venezuela y muy cerca de Haití donde es grave, Cuba ni siquiera aparece en este índice, como si ocultando los datos la situación va a mejorar.
Hay algunas variables que han empeorado la situación a nivel mundial, una son las consecuencias de la pandemia COVID-19, otra el efecto del cambio climático y una que tal vez consideramos muy lejana, pero que tiene graves repercusiones, es la guerra en Ucrania. El Mar Negro, ubicado entre Europa Oriental y Asia Occidental, tiene una gran importancia económica y geográfica, es considerado “corredor de cereales” en su mayoría provenientes de Ucrania, que hasta el julio del 2023 tenía un tratado con Rusia.
Con la no renovación del acuerdo, el libre tránsito de alimentos desde Ucrania para alrededor de 40 países localizados en tres diferentes continentes está en peligro, especialmente la exportación de granos. Sumado a esto, países dependientes de las donaciones de alimentos por medio del Programa Mundial de Alimentos (PMA) se verán afectados por el recorte presupuestario, ya que los donantes de este programa de Naciones Unidas, entre ellos los Estados Unidos y Canadá disminuirán su apoyo.
Esta coyuntura resalta la profunda interconexión de los sistemas alimentarios a nivel global y pone de manifiesto la importancia vital de la colaboración internacional. Es un recordatorio de cómo las decisiones adoptadas en el ámbito nacional pueden impactar a escala mundial, subrayando la necesidad apremiante de encontrar soluciones justas y sostenibles que salvaguarden la seguridad alimentaria y el bienestar de todos los actores involucrados.
En el pasado, Honduras era conocida como “el granero de Centroamérica”, destacándose por su exportación de granos básicos a la región en las décadas de los 50 y 60. Durante ese tiempo, su producción de maíz alcanzó niveles notables, rivalizando con países vecinos. En la actualidad, factores como la infraestructura agrícola limitada, falta de financiamiento, planificación, entre otros, obstaculizan abastecer a su propia población. Honduras, bendecida con una abundante diversidad de recursos naturales, tiene el potencial para reducir su dependencia en la importación de alimentos extranjeros, vitales para la seguridad alimentaria.
