Uno de cada siete latinoamericanos padece de ansiedad. Es decir, el 14% de nosotros según la Organización panamericana de la salud, pasamos con ansiedad o temor a acontecimientos futuros. Es más, señala que el 34% de las enfermedades en general están relacionados con la salud mental.
El Covid, logro que aumentara en un 25% a nivel mundial los trastornos de ansiedad y depresión, quedando casi como un estilo de vida después de todo el confinamiento, bombardeo noticioso y sin quitar mérito a los efectos que tuvo en seres amados. Recuerdo una vez una empresa, tenía en su agenda interna, una semana de la salud mental.
Me pareció tan interesante que una corporación lo tuviera en agenda, pero me indicaron que los males arriba mencionado afectan seriamente la estabilidad, productividad y hasta el ambiente laboral. Dentro de las muchas causas que encontramos para tener estrés y ansiedad podemos decir que la situación económica es una de ellas, la falta de acceso a servicios de salud mental. O bien no nos gusta tratarlos, pues nos da pena decir que vamos donde un psicólogo.
Yo eso le sumaría el vivir en tiempos del internet. Nos tocó elegir entre estar pasados de moda, a tener todas nuestras redes sociales activas, donde hoy, de manera constante nos damos cuenta de todo, en cada rincón del planeta y en vivo. Créame, que he conocido mucha gente que me ha compartido que está haciendo ayuno o detox de las redes sociales. ¡Les aplaudo!
Pero poco o nada prestamos atención a una red social, si podemos llamarla así que sin duda nos ha conectado mucho, pero que también nos roba la salud mental. La paz en nuestro interior. El WhatsApp. O cualquiera de estas aplicaciones de chat en vivo, pues ahora existen muchas. Si usted, al igual que yo, ha tenido un mismo número de celular toda su vida, intente revisar cuantos mensajes recibe al día. Y ahora hasta permite videollamadas.
Sin duda la tecnología nos ha hecho enormes favores, y me encantan estas aplicaciones, pues, tengo mi madre en el extranjero y puedo hablar con ella al instante. Como con muchas personas que cambiaron su residencia y uno aún las tiene cercanas. Antes de ello, nos escribíamos enormes mails, con mi madre. Tratábamos de contarnos todo lo que recordábamos para que no se nos escapara nada. Y si lo hacíamos con frecuencia era casi una vez a la semana.
Hoy vamos manejando y caen mensajes. Estamos con la familia y caen mensajes. Sí, entiendo que es una herramienta, pero muchos de ellos son bancos mandándole información, o alguien de los cincuenta grupos que tenemos que vió algún meme interesante y quiso compartirlo. No tengo problema con ello, pero sin duda eso de una u otra manera nos genera una adicción que nos lleva a la ansiedad.
¿Se le ha olvidado el celular alguna vez en su casa? Si no puede ir a traerlo de inmediato, en el primer receso que uno tiene va por el. ¡Qué difícil no! Hasta que uno aprende, que no puede ser prioridad. Sepa balancear ese tiempo y saber que alternativas tiene para no ser adicto a ello.
No tengo idea como, pero hasta gente desconocida me escribe, que por mi buen crédito o porque me pusieron de referencia. ¿Cómo podemos atender tanta cosa? Y eso nos roba el enfoque. Esa creo puede ser la respuesta.
El enfoque nos lleva a retomar el control. Haga sus asignaciones. Cumpla sus prioridades y claro. Revise si tiene mensajes. Debe ser una responsabilidad cuidar su salud mental en tiempos de internet.