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Honduras
jueves, septiembre 12, 2024

Quedarnos por acá

EL acto de migrar está consignado como un derecho humano. Sea como fuere los pueblos han migrado en el curso de muchos milenios, motivo por el cual el continente americano se pobló durante las últimas glaciaciones, toda vez que el Estrecho de Bering era transitable, caminando hacia acá, hace alrededor de diez mil años.

En la época moderna posterior a las andanzas de los vikingos, América fue poblada por europeos que eran descubridores, conquistadores y colonizadores del “Viejo Mundo”. Es más, desde mediados del siglo diecinueve, hicieron presencia nuevas oleadas de migrantes incluyendo asiáticos del Lejano Oriente.

Fenómeno registrado en distintos puntos de nuestro continente. Parejamente a lo anterior, en forma complementaria, es un derecho humano teóricamente inviolable, que cada quien se quede viviendo en su propio país, sin ninguna restricción. Por eso son admirables aquellos ciudadanos del mundo que después de cada guerra civil o guerra regional, anhelen desde lo más profundo de sus corazones retornar a sus terruños a reclamar sus fueros y a reconstruir sus casitas y edificios que tal vez fueron pulverizados.

El caso de la desamparada sociedad civil de Siria, que ha recibido cañonazos provenientes de diversas banderillas sobre todo en la parte centro-norte de aquel país, es un hecho al que debemos prestarle atención. Los sirios casi siempre anhelan retornar a su país de origen. En el caso nuestro, la tentación de marcharnos ha encontrado diferentes asideros y variables, sobre todo en los últimos veinticinco años, dadas las angustias generadas por crisis emocionales, económicas y de terrible inseguridad ciudadana.

O por motivos más profundos, en el entramado de los sueños, que obligan a caer en el deseo misterioso de alejarse de todos los paisanos. Hubo un escritor hondureño, quien después de vivir varios decenios en México, frente a una pregunta expresó que “no quiero saber nada de Honduras”. Tan desencantado estaba aquel paisano poco conocido en nuestros lares, respecto de su propio país. Un joven egresado de una universidad pública, con buenas calificaciones, honestidad y talento individual, al chocar en fecha reciente contra el muro del desempleo y de la incomprensión, se marchó dos veces hacia la Metrópoli del Norte, hasta lograr instalarse en el sector de la construcción.

Frente al desencantamiento y la pérdida de la moral nacional, o desmoralización colectiva lugareña, devenimos obligados a encontrar alternativas realistas y factibles con el fin casi inmediato de elevar esa moral y la autoestima de los hondureños. No podemos ni debemos continuar apedreándonos unos a otros.

A fin de salir hacia adelante ni siquiera tiene cabida el consabido resentimiento social que padecen ciertos “anarquistas” aislados en cualquier época histórica incluyendo la de la actualidad, pero que poseen gran capacidad de provocar incendios en cualquier zacatera socioeconómica. Es un acto de heroísmo salir de Honduras.

Pero es un acto de heroísmo mayor quedarse por acá enfrentando las probables adversidades y las incógnitas. En la medida en que avanza el tiempo nuestro deber como catrachos consiste en modernizar y universalizar a Honduras, volviéndolo un país atractivo, sin perder de vista nuestras virtudes y defectos arrabaleros. Tal modernización conecta, entre otras cosas, con la creación y reproducción de un poderoso aparato productivo en los cuatro puntos cardinales de la geografía nacional.

EditorialQuedarnos por acá

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