No todos recordarán el escándalo “Watergate” y quizá la mayoría no sabe de qué se trataba.
En la década del 70, el presidente de los Estados Unidos -Richard Nixon- se encontraba agobiado por problemas de corrupción (que finalmente le obligaron a renunciar).
En China (miserable en aquel tiempo) el terrible dictador Mao Tse-Tung conducía una política económica que terminó con la vida de 45 millones de personas que, literalmente, murieron de hambre. Sus relaciones con la vecina Rusia eran muy malas al grado que se habían producido enfrentamientos armados en la larga frontera que comparten.
Un equipo de ping pong norteamericano participaba en un campeonato en el cercano Japón. De repente, de la nada, fueron invitados a jugar en China (obviamente planeado por los dirigentes de ambos países).
Ahí se inició la llamada “Política del Ping Pong”, que culminó con un acercamiento entre China y los EUA.
Al morir Mao, los nuevos dirigentes promovieron un cambio radical en la política económica; el país miserable de los 45 millones que murieron de hambre se convirtió en “la fábrica del mundo”.
La mano de obra barata -al principio muy mala pero que mejoró rápidamente- atrajo inversionistas de todas partes y convirtió a China en lo que es ahora, la segunda potencia económica mundial.
Los chinos, inteligentemente, enviaron miles de jóvenes a estudiar en las universidades y academias norteamericanas, ningún “gringo” fue a estudiar a China.
Lo que había vaticinado Napoleón Bonaparte se cumplió totalmente: “cuando ese gigante dormido despierte, el mundo va a temblar”.
Los Estados Unidos necesitaron ayuda económica para poner en órbita la Estación Espacial Internacional, los chinos tienen la suya allá arriba, hecha exclusivamente por ellos, donde sólo se come wan tang y chop suey.
Las investigaciones chinas en el lado oscuro de la Luna le han sacado gran ventaja a los Estados Unidos en la nueva carrera espacial; acaba de aterrizar de regreso en la Tierra la primera nave espacial que trae muestras de minerales de ese remoto lugar.
Nixon no tuvo en cuenta lo de Napoleón y en sus problemas políticos en lugar de hacerlo a largo -muy largo- plazo.
Los chinos crecieron económicamente y, también, exponencialmente en su influencia internacional y hasta en el tamaño de su ejército, el más grande del mundo.
En 20 o 30 años serán la primera potencia mundial.
Soy de la opinión que Nixon (y todos los gobernantes que le siguieron) continúan cometiendo el error de alimentar al más grande enemigo que su país ha tenido desde su independencia en 1776.
Las cartas ya están tiradas sobre la mesa, el destino está escrito.
Un pensamiento a largo plazo hubiera dejado a China sufrir en su miseria, seguir muriendo de hambre, en lugar de permitir que su economía creciera tan brutalmente a costas del poderío norteamericano.
Claro, un mercado de 1,400 millones de personas contra apenas 330 de los EUA era demasiado tentador. Para una idea, en China hay más de cuatro mil restaurantes de pollo KFC; en los EUA, su país de origen, apenas tres mil y pico.
Económicamente, militarmente, tecnológicamente, China no tiene mucho que envidiar a los Estados Unidos y pronto superará las áreas en que se encuentra detrás.
Algo más terrible, sus relaciones con Rusia (parte de la antigua Unión Soviética) han mejorado enormemente. China necesita del petróleo y gas natural ruso y Rusia de todo lo que le pueda vender China, incluyendo equipo militar.
Son aliados por aquello de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” y porque la frontera común es eterna; a China no le conviene seguir peleándose con el vecino.
Si Nixon viviera quizá se daría cuenta de su error, él es el culpable del “despertar del gigante”.
Aquí, en nuestro barrio, se está hablando de nuevo sobre la unión centroamericana, lo que suena bien, pero, ¿será bueno para Honduras en el largo plazo?
¿Por qué? Ya existen tratados bilaterales, pueden ampliarse. Empresarios hondureños han invertido fuertemente en Costa Rica y otros países y, puedo decirlo con conocimiento de causa, con mucho éxito.
¿Tenemos algo que ganar?
Se me ocurre pensar que la visión a corto plazo de algunos políticos de fortuna, que vuelven a ver el resto de Centroamérica quizá con ambiciones personales, puede nublar la visión a largo plazo.
Si ya se logró el poder en Honduras, ¿qué tal intentar convertirse en el primer presidente de la nueva República Centroamericana?
No hay que descartar, las alturas marean y son peligrosas.
Nada más hay que recordar el triste y trágico final del paladín de la unión centroamericana… todo puede suceder.