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martes, abril 23, 2024

MATALASCALLANDO: La dicha de ser chuña

“El mejor guardián de una cosa cualquiera puede ser su más hábil ladrón”. Platón.

Para el visitante afortunado que permanece en nuestra patria, le aclaramos que la expresión “chuña” significa ser o andar descalzo, es decir, arriesgarse a que la serpiente de la injusticia muerda fácil, parafraseando a aquel embajador gringo, Arcos. Obviamente es una ironía, el lugar perfecto para exhibir juanetes y caracolillos es en la playa (hoy ya no con tanta basura que nos avientan desde Guatemala), pero aun así es peligroso, sobre todo con la ilusión y riesgo de tener un par de zapatos nuevos, para que los lustre una y otra vez, o pague barato y, con el desgaste, cada vez deje nuevo al cuero viejo.

Es una verdadera dicha saber que lo que se supo, más tarde ya nadie sabe nada, de lo que se dijo, más tarde nadie dijo nada, ni siquiera de quién era la boca que lo dijo. Terribles dilemas teniendo que capear a los delincuentes que usan botas carísimas, de esas que se ven en las películas de vaqueros, o de zapatos de charol o cuero de lagarto, como el hambre alagartada de los barriles sin fondo de los que pueden y que al principio no quieren, pero después meten las manos y luego los codos y hasta los hombros escapando de caer dentro –como Narciso en el charco- de las ollas donde se guarda la plata pública y rasparlas con truculencia macabra dejado chuñas a cada vez más compatriotas.

Ah no, si es que es una verdadera felicidad ser chuña, sobre todo cuando se es niño, se agarra callo que hasta a las serpientes se les quiebran los colmillos y a veces hasta casco sale de tanto ir por montañas, quebrachos y hasta en el caliente pavimento, por acompañar al hermanito a la escuela, a la mamá al molino, al papá a cortar café, allí es donde se agarra fuelle mientras los de pies delicados que solo caminan en alfombras, jamás van a tener esa oportunidad. Eso se debe aclarar a los que dicen que aman a la niñez de Honduras. En realidad, ellos, aunque los necesiten los zapatos, jamás van a perder su sonrisa, sus ganas de vivir por disfrutar de un rato con los amigos en algún juego inventado ya que allá en las montañas y valles es muy caro tener un juguete, mucho más tener zapatos.

A veces el timbre de la fortuna toca la puerta de este bello paraje y como lluvia pertinaz caen donaciones de zapatos de países hermanos, solidarios, para ambos sexos en la niñez hondureña, no hay que preocuparse, esos asuntos siempre son bien administrados y todo lo que lleve suela, tacón, hebilla o cordón, del color que sea (es lo de menos) simplemente tendrá un usufructo en santas manos, hasta Robin Hood palidece.

Pero no importa, si alguien cae, al final, la justicia terrenal se encarga de devolver al culpable cleptócrata, con burlas incluidas, donde haya alfombras para los delicados y cansados pies, pero de la Justicia Divina, ¡jái papa!, de esa nadie se escapa y delante del Tribunal Supremo del Juicio Final (no el de mentiritas), de esa sentencia nadie se escapa y allí sí, a patear brasas, pero chuñas.

Es el colmo de la obscenidad y cinismo.

Ing. Carlos Mata
[email protected]

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