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lunes, mayo 13, 2024

Los sueños y otros misterios

Durante muchos años he tenido la disciplina de NO buscar en ningún texto ni en ninguna parte, la información de algo que yo sé que lo sé, pero no lo recuerdo.

He me acostumbrado a dejar al cerebro que busque y rebusque en todos los escondrijos posibles hasta que logre extraer eso que no recuerdo, especialmente nombres, fechas y diferentes datos.

Mayor explicación: si yo sé que conozco la respuesta, pero no la recuerdo, de ninguna manera voy darle respiro a mi cerebro buscándola en ninguna parte, no le voy a preguntar a ninguna persona.

Podrán pasar horas y días, pero no lo hago.

Bien, aclarado lo anterior, juro que lo que voy a relatar es cierto, me ocurrió recientemente.

En determinado momento quise recordar un nombre, algo muy simple, el nombre de una artista de cine que actuó en determinada película.

Pero, por más que hice intentos para recordar de forma inmediata, no pude. Estaba seguro de conocer la respuesta, pero no podía recordar.

Si usted cree que era un asunto de rendirme a la curiosidad no conoce lo perseverante e inclusive testarudo que soy cuando se trata de eso.

Pasaron varios días, no lograba recordar, mi cerebro -quizá- estaba trabajando en el tema o lo había dejado de lado, no lo sé, ¡pero yo no!

Jamás me rendiría, aunque me muriera de curiosidad y la respuesta estuviera al alcance de mi móvil.

Bien, una noche cualquiera, dormido profundamente, de repente soñé la respuesta, el nombre de la artista vino a mi mente mientras dormía.

Mi cerebro se había ocupado del asunto aún mientras estaba dormido.

En sueños recordé el nombre y, para mayor confusión o conocimiento de todo lo que ignoramos, no me desperté.

Fue a la mañana siguiente cuando recordé el sueño y el nombre de la actriz.

Maravilloso e increíble, ¿verdad?

Pero es cierto, me ocurrió. Puede creerme que no voy a inventar una historia como esa y exponerla en público si no fuera cierta.

Hay mucho más en el misterio de los sueños, hace algún tiempo soñé lo que todos deseamos soñar… ¡el número de la lotería!

Lo que soñé no fue una pista, como decir que vi el número de una calle o algún rótulo escrito por ahí. Tampoco se trató de una deducción de que vi una cantidad de animales y ese fue el número ganador, nada de eso.

Me crea o no, soñé que estaba presenciando el sorteo de la lotería y que en determinado momento el animador decía: ¡el número ganador es tal!

Soñando vi el sorteo de la lotería y el anuncio del premio mayor.

Yo no creo en nada sobrenatural, soy el más escéptico de los escépticos, pero fui a comprar el número soñado y, aunque suene increíble, acerté.

Le aclaro que si usted me contara una historia así no le creería nada.

Pero como me ocurrió a mí, sí lo puedo creer.

Pero hay algo más sorprendente y misterioso que me ocurrió tiempo atrás.

Estando mi padre muy enfermo, en su lecho de muerte, le pedí que escribiera algo en un papel, cualquier cosa. Yo no lo leería hasta estar seguro -algún día- de su contenido.

Lo hizo, me dio el papel y lo guardé durante mucho tiempo, más de treinta años para ser preciso.

Nunca lo olvidé, pero tampoco lo tuve presente todo el tiempo, simplemente lo puse en una cajita de seguridad con algunos otros documentos importantes.

Los años pasaron. Cierta tarde me encontraba con un hijo mío visitando un centro comercial y nos llamó la atención una venta de helados, algunos de los cuales eran raros o exóticos, al menos para mí.

En determinado momento, mi hijo y yo leímos en voz alta -a la vez- el nombre de uno de esos helados. No compramos, simplemente pronunciamos el nombre.

Esa noche me dio por buscar el papel en la caja de seguridad, lo abrí y la palabra escrita por mi padre treinta y tantos años atrás era la misma del helado.

Nunca antes había hecho el intento o pretendido adivinar, fue algo raro que en ese momento decidiera leer el papel y lo más raro fue el resultado.

¿Algo más extraño aún? Ese día, precisamente, era el de la fecha de nacimiento de mi padre.

Si no me cree esto, tampoco lo culpo, pero es cierto, me consta, fue a mí a quien le ocurrió, no me lo contaron.

Debo aclarar, finalmente, que no creo en espíritus, almas, mensajes del más allá, dioses ni cosas parecidas.

Simplemente lo dejo entre los muchos misterios que quizá jamás se resolverán.

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