Si usted termina de leer esta columna, ¡creo que será un gran logro! No cabe duda que la aplicación asiática “TikTok” tomó como propia nuestra atención y aunque tenga sus detractores o defensores, lo cierto es que está allí y la industria publicitaria cada vez más desarrolla maneras de sacarle provecho.
Sin duda tuvo una gran coyuntura: El “boom” del TikTok se dio durante pandemia. Buscábamos entretenernos.
Y por ser novedosa ya que su contenido exclusivamente lo generan usuarios, con un inicio de bailes y haciendo mímicas de cortos de películas, logró ganar mucho terreno sobre todo en mileniales y generación Z.
El gran desafío con esta aplicación es cómo está reeducando los estímulos de atención en nuestra mente, razón por la cual elegí el titular de esta columna.
Hoy día tenemos un enorme déficit de atención que no podemos sostener por más de diez segundos.
Recuerdo un dato curioso, un famoso rapero, que entró a ver la película “Oppenheimer” ganadora del Óscar a mejor película y director, entre otras, contó lo rápido que se salió del cine, pues dijo “en esa película no pasaba nada, solo hablaban”.
Creo que eso nos enseña mucho lo que la adicción al entretenimiento nos está llevando. ¡Cuán difícil se nos va a hacer leer un libro! O bien recibir capacitaciones o las clases cotidianas, donde debemos hacer el esfuerzo de poner atención.
Sumado a lo adictivo que es, cuenta con algoritmos (como casi todas estas aplicaciones) donde detecta su preferencia y siempre le está enviando más vídeos con ese estilo o línea que usted escogió.
Cuando hacemos un contraste con la vida real, a la gente no podemos “pasarla” como cuando vemos vídeos que no nos interesan.
Conversaciones difíciles se nos harán pesadísimas, pues no encontraremos entretenimiento en ello. Los estímulos, las endorfinas, el masaje que estos impulsos gratuitos dan a nuestro cerebro, no siempre lo vamos a encontrar en nuestra vida real.
Ni qué hablar de la tendencia de los anuncios, donde hay un accidente, golpe, sacudida y resulta conectarlo con un vendedor que le está ofreciendo algo.
Igual circulan ahora por los “reels” de Instagram y por el mismo Facebook. ¡No me puedo imaginar una mente acostumbrada a esto, haciendo yoga o meditando! Quiero confesarle que claro que lo he usado, he hecho anuncios y lo he recomendado a mis clientes, pues en el universo digital es una gran opción. Pero es adictivo. ¿Qué hacer al respecto? Practique abstinencia como cualquier otra adicción.
Dese períodos donde usted no revisará y ejercitará su mente con lectura, escribiendo, conversando, analizando y poniendo en práctica sus ideas o pensando en soluciones a sus necesidades cotidianas, es decir ¡Rompa el círculo! Recuerde que detrás de cada red social hay una “meta” de tenerlo conectado, pegado a su dispositivo.
Jugando con sus emociones y enviándole estímulos a su cerebro. Eso limitará nuestra capacidad de análisis. De concentración e incluso de comunicación.
Si usted no tiene apego a ello, ¡úselo con confianza! Pero hágase una prueba, trate de estar una semana fuera de estas redes y vea qué tanto su mundo dio vuelta. Vea si su capacidad de enfoque y atención mejoró.
Es como cuando en inicio de año hacemos un “detox” alimenticio. Así mismo nuestra mente necesita ese alivio. Ese respiro. Visite la naturaleza, tome aire, escuche el trinar de los pájaros, esté presente en lo que necesite hacer y verá que un chiste más o un chiste menos de estas aplicaciones no hará una diferencia en su vida. Pero aprender a desconectarse sí lo hará. ¡Y mucho!