Columna de opinión por Sergio A. Membreño Cedillo
Académico y ensayista
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@SergioAMembreo1
Hemos reflexionado sobre los aportes teóricos y empíricos de los trabajos del recién Premio Nobel de Economía 2024: Daron Acemoğlu, Simón Johnson y James Robinson (en adelante AJR) y hemos hecho referencia a su libro Por qué fracasan las naciones.
Las instituciones están en el centro de la agenda. Considerando la complejidad de pretender la verdad sobre el desarrollo (porque unos países prosperan y otros no), comparto una metáfora ya señalada por la reconocida economista británica, Joan Robinson, quien decía que “el desarrollo era como un elefante, todos piensan que saben que es, pero nadie sabe definirlo con exactitud”, de allí que el concepto del desarrollo (más allá del crecimiento económico) es muy elusivo.
Hago referencia al desarrollo no es fácil de precisar. Pero un aporte sustantivo en la discusión sobre los argumentos de AJR es que el desarrollo es explicado por la variable instituciones, es decir, si logramos las instituciones correctas o inclusivas, el desarrollo viene inexoblemente, o sea un determinismo institucional.
Sin embargo, la realidad es más compleja, y ello implica reconocer que, aunque las instituciones sí son parte sustantiva para buscar el desarrollo, hay sin lugar a duda otros factores relevantes, como lo indicamos en el artículo pasado.
(cultura en que se desenvuelven las instituciones y liderazgo que las hace posible, entre otros), aparte la geografía, salud y hasta los desastres naturales.
El debate de la argumentación de AJR está creciendo; diversos académicos antes y ahora exponen sus argumentos.
Quiero centrarme en uno de esos factores, uno de ellos es la cultura; autores como Lawrence Harris, exprofesor de Harvard, en su libro La cultura importa, coautor con el conocido Paul Kennedy, también exprofesor de esa universidad, argumenta que la cultura sí es central para alcanzar el desarrollo.
David Landes, economista de Harvard, concluye en su libro La riqueza y la pobreza de las naciones. Porque algunos países son ricos y otros muy pobres, (1998): “Si algo aprendemos de la historia del desarrollo económico, es que la cultura marca la diferencia”.
Y Harrison dice: “Creo que lo mismo ocurre con el desarrollo político y social. Sin embargo, los gobiernos y las agencias de ayuda han ignorado en gran medida el papel de los valores y actitudes culturales como obstáculos o facilitadores del progreso”.
También el pensador Albert Hirschman planteaba en su libro de estrategia de desarrollo económico “diseñar un método de investigación basado en las prácticas observadas de lo que la gente hacía, contrario a las visiones ortodoxas que planteaban normas a partir de lo que la gente debería hacer”, o sea reconoce la cultura y el liderazgo como motores más que las normas y las instituciones.
Debemos considerar el punto de partida del desarrollo de una nación. No todos los países inician su camino en las mismas fechas.
Y las condiciones varían mucho entre países de Europa y Estados Unidos. Y las colonias en África y en Latinoamérica.
Para eso hay que entender cuál es el origen las instituciones y como han evolucionado, porque no todas comienzan el mismo punto. Por ejemplo, la expansión de las economías europeas y la acumulación de capital proveniente de explotación colonial.
Es decir, instituciones extractivistas en su diseño y operatividad. Hoy día en un mundo más complejo, con severas multicrisis con características multidimensionales, es necesario abordar la problemática desde enfoques multidisciplinarios a fin de entender por ejem, las crisis del cambio climático, el crimen organizado, el narcotráfico, las pandemias.
En concreto, el mundo es más difuso y acelerado. Los problemas más intensos, y hay una dimensión mundial en los mismos; la tecnología y las redes sociales están moldeando ese mundo.
Entonces, ¿cómo poner en marcha el proceso para crear esas instituciones, hay tiempo para hacerlo? Las instituciones son claves. Pero nuevamente, la cultura es decisiva y el ambiente y las condiciones para promoverlas y hacerlas sustentables.
Los liderazgos son igualmente determinantes. Las instituciones no operan en la nada. Por sí mismas. Es importante definir ¿quién las hace operar en un horizonte de tiempo? ¿Cómo funcionan esas instituciones y cómo se mantienen? ¿Cómo eliminar las instituciones extractivas que impiden el desarrollo y sustituirlas por las instituciones inclusivas que facilitan el desarrollo? Si bien la democracia puede generar el desarrollo.
No seamos ingenuos con relación a esa democracia; el autoritarismo genera autocracias que perviven en las democracias; la tentación del poder es enorme, si como el Historiador Lord Acton, “Poder corromper, y el poder absoluto, corrompe absolutamente”, es importante buscar una democracia de contrapesos, pero se vuelve indispensable un liderazgo diferenciado del caudillismo que, como lo afirma Lawrence Harrison, en esencia es continuista.
Por ello, un liderazgo trasformador debe emerger y sustituir el caudillismo. Como hacerlo en un país de caudillos es una reflexión y desafió permanente.