“La historia de Venezuela –mensaje del amigo exmagistrado– se repite”. Así lo narra “La Casa del Pez que Escupe en el Agua”. La trama de la novela, un viaje literario de realidad y ficción, se desarrolla a partir de una intrigante carta que recibe un psiquiatra que lo lleva a un viaje a una casa misteriosa: Allí descubre en su travesía que “la historia en Venezuela se repite como una sombra que nunca abandona; ya que cada generación hereda los pecados y los errores de la anterior, incapaz de romper el ciclo”.
“En este país de olvidos y silencios, la memoria se convierte en una carga pesada que pocos están dispuestos a llevar, pero que todos están condenados a arrastrar”.
Mientras la autocracia mueve todos sus tentáculos para quedarse a la brava –atemorizando, reprimiendo, encarcelando, asesinando gente indefensa– el trío cómplice negociador vuelve a salir con otra penosa declaración conjunta. Nada nuevo, la misma confabulación de antes. A falta de solución inteligente que asegure una salida de la tiranía, en lo que anda es sonsacando a la oposición que platique con el régimen usurpador. Sería para repetir la misma historia de otros diálogos fracasados que le permitan a la dictadura eternizar, oxigenándose y ganando tiempo, hasta lograr, por tedio, desdén o aburrimiento, que la “preocupada comunidad internacional” dé la espalda del todo a las atrocidades y voltee a ver para otro lado.
Solo hay una luz en este invivible transe de los venezolanos: el coraje de líderes y la resistencia de un pueblo enardecido. Pasemos de las pesadillas a los sueños. Citas dispersas de oradores en la Convención de Chicago: «Cuando ellos van bajo, nosotros vamos alto”. «La esperanza no es una estrategia, pero es la chispa que enciende el cambio”. «Debemos elegir ver lo bueno en los demás, reconocer nuestra humanidad compartida y luchar por los ideales que nos unen». «Depende de nosotros mantener la luz encendida. Incluso en los tiempos más oscuros, debemos aferrarnos a los valores que nos definen».
“Nuestra mayor fortaleza es nuestra capacidad para unirnos en momentos de crisis, encontrar puntos en común y construir puentes en lugar de muros». “Elegir la esperanza sobre el miedo y el amor sobre el odio, ver la humanidad en cada persona es lo fundamental”. “El objetivo de los cínicos es dividirnos, pero debemos optar por la unidad y la inspiración que proviene de nuestros mejores instintos». «Estamos en una batalla entre el cinismo y la esperanza, el pasado y el futuro». “Somos una nación que cree en la promesa del progreso, donde el poder del pueblo puede prevalecer sobre el miedo y la división». “La democracia no es un deporte para espectadores; requiere participación activa, vigilancia y, sobre todo, un compromiso con la verdad y la decencia». «En tiempos de gran incertidumbre, son nuestros valores compartidos los que nos sostienen; aferrémonos a la empatía, a la amabilidad y a la creencia de que juntos somos más fuertes». «Aunque seamos imperfectos, creo que somos un gran país…
Y parte de lo que nos hace grandes son nuestras instituciones democráticas que protegen nuestros ideales fundamentales». «No estamos aquí solo para luchar por una victoria; estamos aquí para luchar por una visión de lo que este país puede ser». «El futuro está aquí. Es nuestro trabajo asegurarnos de que sea un futuro en el que todos podamos creer».
(Bonitas esas citas –tercia el Sisimite– solo que es tarea cuesta arriba en una sociedad tan insípida y diluida como esta en que vivimos. Te voy a versificar lo que decíamos ayer: “Estos son tiempos gelatinosos,/ cuando la sociedad se sumerge/ en la cultura de lo efímero, / de lo transitorio y la banalidad./ Nos envuelve una hipnótica adicción,/ una fiebre por pantallas luminosas,/ por cosas insignificantes,/ y ansias insaciables de distracción./ Vivimos en burbujas frágiles,/ ecos del dogma propio,/ buscando «likes» que anestesian,/ en redes que nos alejan,/ de tratarnos cara a cara,/ del cálido toque de una mano./ Somos prisioneros de nuestra soledad,/ de nuestra fobia a pertenecer,/ sedientos de lo que no perdura,/ mientras se erosiona la fibra familiar,/ los lazos de vecindad y comunidad,/ en un mundo que olvida lo esencial,/ la ternura de un abrazo caluroso,/ la palabra que une, la mirada que acoge”. -Jue –exclama Winston– un mano a mano con el poeta: “En tiempos gelatinosos vivimos,/ matriculados en la fugaz frivolidad,/ con obsesión por “likes” y no sentimos,/ perder el sentido de la verdad./ Hipnótica adicción a las pantallas,/ deseo insaciable de notoriedad,/ en burbujas de eco, cerramos las puertas,/ a la ensoñadora magia de la realidad./ Sedientos de cosas que no duran,/ olvidamos vínculos, la cercanía,/ sufrimos de una fría soledad,/ la vecindad se convierte en utopía./ Cosechamos la sombra de nuestro empeño,/ ansiando ser lo que no se es,/ y en nuestro apocado mundo pequeño,/ perdemos el lazo que da calidez”).