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Honduras
martes, octubre 15, 2024

¿Feliz? Día del Niño

“Llegó septiembre, mes de fiestas cívicas como los días de: la bandera, del niño, del maestro, de la independencia y la llegada de sus pliegos”, dijo recién el director de una radio capitalina; tipo ampuloso (redundante, pomposo, grandilocuente, rimbombante, hinchado y exagerado) en la argumentación, con una incontinencia locuaz, casi diarrea oral a todas horas y que, obvió señalar que el 15 se conmemora, siempre en el olvido, el fusilamiento de su hijo más grande y querido de Honduras, y para mí, por su conducta intachable de patriota, el único padre de la patria, Francisco Morazán, junto a Lempira, Cabañas, Herrera y Valle.

Quizás por masoquismo o carente de una mejor oferta informativa, por razones de mi oficio de comunicador y afición de libre pensador, todas las mañanas me martirizo de esa manera, y así, a diario le duele lo que ocurre en un país atropellado por sus adultos y expoliado por sus políticos.

El olvido por parte del parlanchín comunicador en jefe, de tan triste fecha, pero no por ello menos célebre, de la ocasión en que al patricio centroamericano la traición le llegó con la muerte en el paredón, en San José, Costa Rica, me hizo recordar de nuestra memoria infértil, casi inútil para recordar lo verdaderamente relevante o trascendente, como lo mejor de nuestro pasado para cambiar nuestro apesadumbrado presente y construir en nuestros niños un futuro esperanzador.

Por ello, hoy que celebramos el Día del Niño, prefiero escribir sobre ellos, del presente que son en la madre patria que los cobija pero que no les provee todo, y también redactar sobre la violencia que ellos tanto sufren.

Y es que visto lo que ha ocurrido siempre y que ocurre ahora, más que políticos y dirigentes, el país requiere de líderes moralmente fuertes, mentalmente aptos, escrupulosamente íntegros y consecuentemente idóneos para resolver los problemas de los hijos ya que no se han resuelto los de los padres.

Desde siempre, la niñez y la adolescencia de Honduras vive una situación grave y compleja debido a la violencia, el trabajo infantil, la deserción escolar y más reciente la emigración. Así, la infancia está muy mal por NO acceder a las escuelas, a la salud, a una adecuada alimentación y a los servicios básicos en sus hogares, mientras les sobra el trabajo obligado para ayudar a su familia, el abandono y además los ofrecimientos para consumir y vender drogas y también las amenazas si no ingresan a estructuras delictivas o criminales.

Adicionalmente, los niños abandonan sus hogares debido a la pobreza, la falta de oportunidades, la violencia y efectos adversos del cambio climático (inundaciones, sequías, derrumbes) que los hace emprender largos trayectos con la esperanza de una vida mejor a pesar de las dificultades, peligros y la discriminación que enfrentan durante su tránsito y en el lugar de destino.

Se trata en suma de un abanico de problemas debido al abandono estatal, de acuerdo con estadísticas del Observatorio de Derechos de la Niñez, que en 2023 registró un promedio mensual de 47 asesinatos y ejecuciones extrajudiciales, 13,952 niños y niñas retornados y entre 18 mil y 20 mil niñas y niños en situación de calle, todo eso por la precaria o casi nula garantía de sus derechos fundamentales.

De lo que ocurre la sociedad es corresponsable, pero el Estado principalmente por ser el garante de los derechos fundamentales para una sociedad acicateada por la corrupción limitante de los recursos para atender a las poblaciones vulnerables. Para el representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en Honduras, Bastiaan Van ‘t Hoff aunque hay compromiso y esperanza hace falta mucho por hacer para garantizar los derechos de la niñez y para alinear e impulsar las políticas públicas existentes y priorizar las acciones que se implementarán en el corto y mediano plazo.

Aunque no se desconoce que a algunos les preocupan estos problemas -todos formas de violencia contra los niños- no se puede ignorar que es un problema viejo que requiere respuestas nuevas y buenas, articuladas y definitivas.

Los derechos de la niñez son universales, no importa de dónde vienen, están o a dónde van. Los niños siempre tienen el derecho a la salud, al acceso a los servicios básicos como agua, saneamiento e higiene, educación, protección social, a la participación y tienen el derecho a jugar, porque ante todo son niños.

Ante la complejidad y gravedad de los problemas que sufre el “presente de la patria”, no se trata de hacer magia, si no de actuar con sentido práctico, con interpretaciones y deducciones lógicas y mayor compromiso con los más vulnerables. No hacer nada al respecto es solo un desperdicio porque incluso hay gente que se le paga y muy bien, para solventar algo, pero no resuelven nada de la problemática de nuestros “güirros”.

Hacer eso por los niños es una obligación y también una responsabilidad de los adultos, casi siempre embobados o entretenidos en otras cosas, o divirtiéndose como Nerón en el circo romano o “chispeando” y delirando en el más reciente incendio en el que “arde Roma”.

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