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domingo, junio 15, 2025

Familia: ¿Apoyo o una barrera?

Cada 15 de mayo se celebra el día Internacional de la familia avalada desde el año 1993 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Según el organismo, el objetivo de la jornada es “crear conciencia sobre el papel fundamental de las familias en la crianza de niños y jóvenes”.

La familia cumple un papel fundamental en la salud mental de una persona. Lejos de ser solo un entorno de convivencia, el núcleo familiar puede influir directamente en el bienestar emocional, la percepción de uno mismo y la manera en que se enfrentan los desafíos.

Cuando un miembro de la familia atraviesa un proceso terapéutico por motivos de salud mental, el apoyo o la actitud de los familiares puede representar un factor de avance o, por el contrario, un obstáculo en su recuperación.

Por un lado, una familia que ofrece comprensión, empatía y acompañamiento puede convertirse en una red de apoyo esencial. Este tipo de entorno promueve la confianza del paciente en el proceso terapéutico y refuerza su motivación para sanar.

Actitudes como escuchar sin juzgar, informarse sobre el diagnóstico, asistir a sesiones familiares cuando el terapeuta lo recomienda, y mantener una comunicación abierta y respetuosa son comportamientos que fortalecen la alianza terapéutica y favorecen el progreso.

Además, una familia que cuida tiene también la responsabilidad de su propia salud emocional, reconociendo sus límites y necesidades para contribuir a un ambiente más saludable para todos.

Sin embargo, también es posible que la familia, de manera involuntaria o por falta de información, entorpezca el tratamiento. Estigmatizar al paciente diciendo frases como “estás loco”, “nos estas manipulando”, minimizar sus síntomas “¿y de que vas a estar deprimido?” imponer expectativas poco realistas o tratar de controlar su proceso puede generar más angustia o resistencia.

En algunos casos, el origen del malestar del paciente puede estar vinculado con dinámicas familiares disfuncionales, como la sobreprotección, la falta de comunicación, adicciones, la violencia o el abandono emocional.

Ignorar estos factores y centrarse únicamente en el paciente como “el problema” puede limitar el alcance de la terapia e incluso perpetuar el malestar. La mejor postura que puede adoptar la familia es la de colaborar de manera activa cuando se le pida, respetando el orden, forma y tiempo del proceso terapéutico.

Esto implica reconocer que el paciente es el protagonista de su recuperación, que el terapeuta es el profesional capacitado para guiar el proceso, y que ellos como familiares pueden ser un soporte de apoyo, cuidado y contención.

Es importante que la familia se mantenga abierta a recibir orientación, revisar sus propios patrones de conducta, estilo de crianza y comunicación y cuando sea necesario recibir también el proceso personal de psicoterapia. La familia puede ser un pilar clave en la recuperación de un paciente con dificultades emocionales, siempre que se adopte una postura empática, informada y abierta al cambio.

El acompañamiento adecuado no solo potencia el efecto de la terapia, sino que también contribuye a construir vínculos más sanos y duraderos. Comprender este rol es un primer paso hacia una salud mental más integral, tanto para el paciente como para todo el sistema familiar.

La familia puede ser el refugio que impulsa la recuperación o la barrera que frena el proceso; en el camino hacia la salud mental, su rol marca una ruta importante.

Si tienes algo por compartir con nosotros escríbenos a eureka@elpais. hn o búscanos en Facebook Irazema Ramos – Psicología.

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