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miércoles, mayo 15, 2024

¿Existe la esclavitud tecnológica voluntaria?

Durante la segunda decena del siglo XXI, somos testigos de los progresos tecnológicos y sus avances en todos los campos del conocimiento, éstos son tan cambiantes que no tenemos tiempo de asimilar absolutamente nada, vamos de un programa a otro de una aplicación a otra y así sucesivamente sin reflexionar mucho.

Hemos hablado de la esclavitud en los últimos artículos, pero hoy quiero cerrar este ciclo, hablando un poco de “la esclavitud que nos espera” como ciudadanos usuarios de dispositivos móviles. Cada día que pasa estamos más conectados a nuestros dispositivos, si ayer estábamos conectados cuatro horas de promedio, en cambio hoy, muchos no desconectan y están conectados a la red 24/7; sin importarles mucho. Es normal vivir conectados y esclavizados por la tecnología.

Desde la óptica privada, nuestros dispositivos móviles nos sirven para desarrollar las tareas cotidianas como diseñar una ruta de viaje, hacer pagos electrónicos, buscar información, saber dónde están nuestros hijos y desarrollar nuestro trabajo cotidiano. Nos levantamos y nos acostamos pegados al teléfono, a una tableta o computador personal y no podemos hacerlos a un lado, sin ellos; somos unos seres obsoletos. Esto es bueno en el sentido que nos permite ser más eficientes en la vida cotidiana. Es perjudicial si dependemos en exceso de los dispositivos y actuamos de forma irreflexiva; guiados y automatizados por dispositivos, sin usar nuestras facultades mentales; pensar primero y luego actuar.

Cada día accedemos a más y más información, pero rara vez nos paramos a pensar sobre lo que leemos si es cierto, fiable, si es mentira o es tendencioso, rara vez contrastamos nuestra información, simplemente actuamos igual, que aquellos esclavos que empujaban una piedra, para llevarla a un destino repitiendo la tarea de forma infinita; hasta que el cuerpo resistiese. Hemos creado un cerco tecnológico que nos resulta agradable, sutil y hasta bueno, pero desconocemos las consecuencias del sometimiento a tanta información y conectividad. Hace unos días se hizo oficial que el implante cerebral “neuralink” es una realidad, hemos llegado al c7borg humano, y me pregunto si este ciborg es esclavo o es libre, ¿acaso tendrá control de ese implante cerebral?

Un reciente estudio de la compañía de seguridad Kaspersky, realizado entre 11,250 usuarios de móvil de 15 países, pone de relieve los efectos de una mayor conectividad en los ciudadanos, y pasa por una consecuencia básica; la dependencia a los dispositivos. Un 22 % de los encuestados equipara el estar conectado a tener acceso a comida, agua o un techo bajo el que alojarse. Uno de cada diez lleva siempre su aparato conectado encima, incluso al ir a dormir, a comer o al baño, y el 69 % no sale de casa sin él, aunque sea para comprar pan. El 43 %, consulta su celular por la mañana a primera hora.

Ahora bien, el sector público o gobierno nacional busca, por una parte, a través de la telefonía móvil y los diversos dispositivos “tener a la población controlada” y por otra, acercarla a la administración y a los servicios administrativos que el Estado brinda al ciudadano. Una identidad digital está en camino en muchos países y ésta permitirá acceder a una infinidad de servicios públicos, será la llave para tener los servicios estatales desde el sillón de su casa, presentar la declaración de la renta, pagar una multa de tráfico, identificarse con la administración de forma instantánea y un largo etcétera. Esa identidad digital que vienen desarrollando muchos gobiernos nos llevará a “otro nivel” de control estatal, toda nuestra información personal estará insertada en un certificado digital (DNI) y con ella podremos realizar todos los actos civiles de nuestra vida. El Estado tendrá un conocimiento total de quiénes somos, qué hacemos, adónde vamos, nuestras coordenadas y muchas cosas más que no podemos dimensionar. Esto parece no importar en absoluto a nadie, es más cómodo ser esclavo tecnológico de nuestra empresa o del Estado; parece que esa sutilidad nos conquistó.

Ahora bien, ante tanto control público privado o voluntario, me pregunto ¿dónde está el espacio de nuestra libertad, en qué momento podemos dejar de ser esclavos de la tecnología y podemos vivir de forma autónoma y disfrutar de un espacio libre de contaminación tecnológica? Quiero pensar que existen espacios de libertad en donde no estemos condicionados por un teléfono, una cámara de seguridad, un satélite, una sonda, un microchip, radiación por frecuencias, etc. Es importante para algunas personas tener cerca una playa, una casa en el campo, un cuarto aislado silencioso sin conexión a la red, permanecer libres de radiación y tecnológica; sinceramente veo pocos lugares; muy pocos.

¡Nunca apagar el teléfono porque algo puede pasar! Llevar la historia de vida incluso la íntima en el teléfono, conducir viendo el teléfono, correr con el teléfono a cuestas, estar en familia viendo el celular evitando hablar con tus familiares, dejar que los niños accedan a cualquier contenido y se “eduquen” con el teléfono móvil… estos son comportamientos ¡anormales!, pero hoy nos dicen que estamos esclavizados.

Una de las situaciones más estresantes que puede vivir un ciudadano hoy es perder el teléfono móvil, un verdadero pandemónium emocional con consecuencias inimaginables. La actualidad tecnológica nos obliga a vivir pegados a los dispositivos brindando información más detallada ya sea personal, laboral, médica o intima está ahí, a disposición de todos, de nosotros depende ser o no ser esclavos tecnológicos; somos los garantes de nuestra seguridad. Esclavos o libres, esa es la cuestión.

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