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viernes, marzo 29, 2024

En la pereza nunca hay premio. ¡Nunca!

Qué rico es quedarse esos cinco minutos de más cuando suena la alarma para ir a trabajar. ¡Qué problema cuando esos cinco minutos se nos hacen media hora! Y es que a nuestra mente le encanta estar relajada. Cómoda.

Obligándonos muchas veces a buscar constantemente esos momentos de esparcimiento y relax. No por nada amamos los feriados, las vacaciones y los días libres. ¡Y claro que son buenos! Afilar el hacha, recargar baterías, resetear la mente es algo que debe ser prioridad para todo.

Lo que no debemos confundir es el descanso con la pereza. La pereza viene de simplemente no querer obligarse a nada. Cuando el cuerpo le dice a uno, no hagas nada, pues se le da gusto. ¡El asunto es que nunca será suficiente!

Lo he comprobado, se lo puedo garantizar. Por la pereza, muchas veces, nosotros no salimos a reuniones que nos podrían alegrar la vida y de esa manera dejaríamos de sentirnos aburridos y solos. Todo por la pereza.

Por pereza no leemos libros. Ni ampliamos los conocimientos. Preferimos seguir sacando cursos y cursos, o bien nuevas carreras, porque es mejor tener quien nos enseñe a inculcar una disciplina de leer cosas, que sean actuales, personalizadas y específicamente para mi crecimiento.

Por pereza, muchas veces no hacemos ejercicio. Y no hablo de un club de carreras o de ciclistas. No digo que escale interminables montañas, sino que hablo del sedentarismo. Algo que nos consume hoy en día y nos tiene con los niveles altos en todo, por no querer practicar un poco de deporte.

Es por pereza que no nos gusta la cocina. Algo tan terapéutico, creativo y muchas veces divertido, pero que requiere un esfuerzo extra para estar aprendiendo cosas nuevas, lavar platos y muchas veces quemar cosas, en pro de una comida que todos se la celebren.

Por pura pereza dejamos de tener iniciativas que rompan con nuestra vida aburrida. Nos quejamos constantemente de ella. Admiramos lo que otros logran, pero qué pereza tener que sacudirse lo viejo, presentarse torpe en aprender cosas nuevas, perdiéndonos del deleite y sabor que da el saber que uno está creciendo.

Por pura pereza, vivimos a cuenta reloj. Porque, ¡para qué madrugar! Y a hacer qué cosas. De todas formas, quien quiere prepararse un rico desayuno o ver un amanecer, dicho sea de paso, nunca los vemos porque ¡qué pereza levantarse!

Las amistades que nos llenan, se nos van alejando poco a poco hasta caer en el olvido una vez que tomamos nuestras actividades de trabajo y todo porque muchas veces salir nos da pereza.

¿Y qué he hecho entonces con mi pereza? Reconozco que no hay premio en ella, y le he puesto un antídoto que se llama disciplina. Es “obligarme” a hacer aquello, aunque no sienta hacerlo.

Si es por cansancio, busco descansar. Pero no dejo que la pereza me robe la vida en cosas que uno se está perdiendo por darle gusto a un estado mental que nos estanca y no nos permite lograr nada.

¿Se imagina llegar al ocaso de nuestras vidas y pensar que le di gusto a mi pereza? Pero no logré nada. Piense en recompensas y en cosas que quiere lograr, póngase fechas, metas y, si quiere, vaya despacio. Pero nunca deje que la pereza le robe brillar. Porque por más que uno le dé gusto a ello, siempre querrá más, por eso, mi conclusión de que no hay premio alguno en la pereza. En la diligencia, en el ser proactivo, en el tener disciplina ¡medallas de oro eterno, encontrará!

Por Enrique Zaldívar
2050 Comunicaciones

Enrique Zaldivar
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