LA siguiente cita, de las palabras de Pepe Mujica, cuando con un abrazo se despedía del senado con el otro emblemático líder uruguayo, Julio María Sanguinetti, ambos colocados en polos contrarios de la política: «¿Hasta dónde es violable la intimidad humana y hasta dónde existe la libertad? Porque hasta hace poco, creíamos con pasión una definición de la libertad, y ahora la ciencia nos dice que, si por libertad se entiende seguir los deseos y las inclinaciones, la libertad existe. Si por libertad se entiende que nosotros somos capaces de gestar esas inclinaciones y deseos, la libertad no existe». «La vida se nos va y es inevitable, pero las causas quedan (…)”. Una lectora del barrio La Lara –de las que aparte de pasear chuchito, leen– a propósito de lo anterior remite al colectivo estos criterios distintos, sobre ¿qué es libertad?, de tres conocidos pensadores:
Sigmund Freud: “Es un concepto limitado por los impulsos inconscientes. Las personas creen actuar libremente, pero sus decisiones están determinadas por deseos reprimidos, y conflictos internos”. Erich Fromm: “Ser libre no solo es quitarse reglas o romper cadenas, sino saber qué hacer con esa libertad. La verdadera libertad no consiste solo en “hacer lo que quiero”, sino en vivir con responsabilidad”. Carl Jung: “Es la posibilidad de volverse uno mismo al integrar tanto el consciente como el inconsciente. La libertad implica conocerse profundamente, incluyendo las sombras, los aspectos reprimidos del yo, y vivir en autenticidad”. (¿Qué opinas –entra el Sisimite– sobre esas 3 definiciones de libertad? -Vayamos, pues, a los textos de consulta: –sugiere Winston– “Freud abordó la libertad desde un enfoque determinista, enfatizando que gran parte de la conducta humana está gobernada por fuerzas inconscientes (pulsiones del “ello”, represiones, conflictos entre el “yo” y el “superyó”). Argumentó que la civilización exige la renuncia a instintos primarios (como la agresión y la sexualidad), limitando así la libertad individual. Para Freud, la «libertad» solo es posible mediante el psicoanálisis, que revela las estructuras inconscientes: “El yo no es dueño en su propia casa”. “La libertad, en este sentido, es relativa y siempre mediada por el conflicto psíquico y las normas sociales”. -Pues Fromm –ilustra el Sisimite– hace distinciones: “La “libertad negativa («libertad de»): La emancipación de estructuras opresivas (religiosas, feudales), que genera ansiedad existencial”. “Libertad positiva (“libertad para”): La capacidad de autorrealizarse mediante el amor, la creatividad y la conexión con otros”. “Fromm, influido por Marx y el humanismo, critica las sociedades capitalistas por alienar al individuo”. Propone que la verdadera libertad requiere una transformación social y psicológica: “La libertad no es un fin en sí misma, sino un medio para realizar nuestro potencial humano”. Pues para Jung –prosigue Winston– “la libertad está ligada al proceso de “individuación”: integrar el consciente con el inconsciente (incluyendo arquetipos del “inconsciente colectivo”) para alcanzar la totalidad del ser”. Dice “que la libertad emerge al trascender los opuestos (por ejemplo, razón vs. emoción) y aceptar la sombra (aspectos reprimidos)”. “A diferencia de Freud, Jung ve la libertad como un camino espiritual hacia la autenticidad: “Quien mira hacia afuera, sueña; quien mira hacia adentro, despierta”).
(Entonces –vuelve el Sisimite– haciendo contrastes podríamos decir que Freud es pesimista, viendo la liberad como una lucha contra el inconsciente y la sociedad. Fromm, más optimista, propone que la libertad se construye mediante la ética humanista y la solidaridad. Y Jung versus Freud, podría decirse que Jung trasciende el determinismo freudiano al enfocarse en la trascendencia espiritual y la integración de opuestos, no solo en el conflicto. -Fromm versus Jung: mientras Fromm prioriza lo social, Jung se centra en lo arquetípico y simbólico”. -Bueno –ironiza Winston– yo no acabo de descifrar en ¿cuál de esas libertades quepo yo? Tengo libertad de ir a pasear, pero cuando se les antoja sacarme a pasear; de comer cuando me dan de comer; de jugar cuando la tal Victoria quiere jugar conmigo; de dormir, cuando a la nieta se le ocurre que es hora de irse a dormir, si no me toca desvelo; de despertarme a cada rato, porque tengo un sueño muy sensitivo; de ladrar, asomado a la ventana del carro, cuando me sacan por el barrio, porque ya caminando, me comporto más humilde y a nadie le ladro. Solo cuando quiero que se apuren y dejen de platicar, ya que el paseo es para mí no para ellos. Ah, y tengo libertad de ladrarle a los perros grandes, con tal que me sostengan y me mantengan sofrenado del arnés y la correa, porque si me sueltan los despedazo. Así que yo creo que la libertad de los chuchos, no es tan complicada como la de los humanos. Y la tuya consiste en quedarte escondido allá donde vivís porque en el momento que te encuentren, se acabó tu libertad, invadida de metidos merodeando esas escarpadas empinadas curioseando si te les aparecés).