Familias enteras, con conexiones al poder, consolidan un sistema que parece diseñado para perpetuar la corrupción y la violencia.
En muchos países de Latinoamérica, la sombra del narcotráfico se cierne sobre todos los aspectos de la vida, desde la política hasta la economía y, por supuesto, Honduras no es la excepción.
Los ciudadanos, especialmente los jóvenes estudiantes y profesionales, se encuentran atrapados en un entorno donde, sin importar, si los gobernantes son de derechas o izquierdas, los lazos con la narcoactividad parecen ineludibles.
La pregunta natural es ¿Cómo no contaminarse? La extradición fue cancelada por el actual gobierno, sin consultar a los ciudadanos que los eligió. Un sunami, realmente, para los hondureños que tienen ocupaciones decentes y que no quieren huir del país, o por decirlo de otra manera emigrar de Honduras, expulsados por los que controlan esta nación.
Lamentablemente, no hay por dónde pasar, los partidos políticos en su gran mayoría están impregnados de complicidad.
En este contexto, la desesperación puede llevar a muchos a emigrar como la única salida. Sin embargo, abandonar nuestra tierra no debería ser la única opción. ¿Es posible construir una vida digna y exitosa sin renunciar a nuestras raíces? ¿Será suficiente cultivar una mentalidad resiliente? Quizás para las personas decentes sea la única salida. Hay que fortalecer nuestra capacidad de adaptarnos y prosperar a pesar de las adversidades, evitando contaminarse. Pero, ¿Cómo podemos desarrollar esta resiliencia cuando todo parece estar en contra?
Es fundamental formar redes de apoyo entre profesionales, estudiantes y comunidades que compartan los mismos valores. Juntos, es más fácil resistir las presiones del entorno y encontrar caminos alternativos. El sistema educativo puede jugar un gran papel, especialmente las universidades, públicas y privadas del país.
En nuestra sociedad, predominan las creencias cristianas, pero a menudo estas se quedan en la teoría, sin llegar a practicarse en la vida diaria. Los valores cristianos, como la honestidad, la solidaridad y el respeto por la dignidad humana, son fundamentales para construir una comunidad resiliente y justa. Practicarlos no solo es un acto de fe, sino también de resistencia frente a la corrupción y la violencia que nos rodea.
El verdadero cristianismo no se mide solo en palabras, sino en acciones que reflejan un compromiso genuino con el bienestar de los demás y con la construcción de una sociedad más equitativa.
En este escenario, la violencia y la corrupción prevalecen y ganan la batalla, pero no todas las batallas se ganan respondiendo con más violencia. La historia ha demostrado que las formas pacíficas de resistencia, como el arte, la música, y la literatura, pueden tener un impacto profundo y duradero.
Enfrentar un entorno tan adverso requiere una mente fuerte y equilibrada. La práctica de la meditación (espiritualidad), el ejercicio regular, y el apoyo psicológico no son lujos, sino necesidades básicas para sobrevivir y prosperar en medio del caos que impera.
Aunque las circunstancias externas sean desfavorables, no debemos subestimar nuestra capacidad para adaptarnos, resistir y eventualmente superar. Emigrar puede parecer la opción más sencilla. En lugar de huir, podemos elegir permanecer, resistir y transformar, porque la verdadera revolución empieza en nuestras mentes, en nuestras comunidades y en nuestros corazones.
Sin embargo, a nadie se le puede pedir quedarse, si lo único que podemos ofrecer es un país a la deriva. Cada quien es libre de tomar el camino que considere mejor. En el inicio del mes de la patria, cierro con este verso del gran poeta hondureño Froylán Turcios: ¡Bendiga Dios la pródiga tierra en que nací! Fecunden el sol y las lluvias sus campos labrantíos; florezcan sus industrias y todas sus riquezas esplendan magníficas bajo su cielo de zafiro.