Todo líder, ya sea de familia, en su trabajo o en su comunidad, le tocará tomar decisiones difíciles. Precisamente por eso, porque es líder. Pero una de ellas, sin duda, es si quieres ser un líder amado, o un líder respetado. En nuestra sociedad actual, llena de “opinólogos”, criticones y, muchas veces, sabelotodo, es muy difícil el poder complacer tantas opiniones diferentes, tanto que en lo personal la considero una lucha que no debemos pelear.
Pareciera que nos enseñan a que, ante todo,debemos ser queridos. Y que, si no somos lo suficientemente queridos, nuestro aporte y esfuerzo, no tiene el valor suficiente y que nos debemos esmerar más. Sin embargo, he aprendido que por encima de que me “amen” primero debo buscar, que me “respeten”.
Dicho término se confunde muchas veces con la obligación. Ya sea en el campo laboral, queremos que nos respeten por ser jefes, por pagar un salario o por dar la oportunidad de trabajo. Déjeme decirle que puede existir mucha gente que en lo personal no lo respeta, pero sigue haciendo bien su trabajo.
Tengo dos ejemplos sobre ello, en donde pude comprobar que precisamente al ser un líder que me “gané” el respeto de la gente, me llevará a ser amado como consecuencia por ellos. No al revés.
La selección de Alemania, campeona del mundo en 2014, tuvo enormes líderes en sus directivos, y sobre todo en su seleccionador. Joachim Löw. El director técnico que, desde un principio, llevó a su equipo teutón a Brasil, en donde aprendieron de su cultura, realizaron muchas acciones benéficas, respetaron al país sede Brasil y lograron mentalizarse con el profundo respeto a la responsabilidad que tenían como equipo para jugar una Copa del Mundo.
Cada partido que jugó la selección alemana, incluyendo el recordado 8 a 2 a la mismísima Brasil, fue llevado con mucho respeto, al rival, a la afición y sobre todo al fútbol. Esta selección se ganó el corazón y el recuerdo de la gente, por el ejemplo que dieron en todo momento de su comportamiento y compromiso.
Precisamente un Mundial anterior, el de Sudáfrica 2010, nos dio un ejemplo similar, con nuestra Selección hondureña. Nuestra amada “H”. El profesor Reinaldo Rueda, al lograr clasificar a Honduras a su segundo Mundial, después de España ’82, resaltó que el mayor valor que enseñó a nuestros jugadoresfue el respeto.
Todos queremos ser respetados. Pero poco estamos dispuestos a respetar. Todos nos sentimos con derechos, pero poco recordamos que eso lleva a tener deberes. En los ambientes de trabajo, en aras de la armonía, muchas veces confundimos la amistad, faltándonos el respeto.
O bien, nos sentimos sumamente ofendidos cuando una autoridad nos dio alguna instrucción o nos llamó la atención, sintiendo que nos faltó el respeto. Si el respeto fuera prioridad para nosotros, las leyes no tendrían problemas, pues en convivencia nos entenderíamos. De paso me encantaría que mi vecino, el que me pone la música que tanto le gusta hasta las 4:00 de la mañana, supiera que por ese gusto que se da, no creo que ninguno de nosotros, sus vecinos, lo respetemos.
Cuando no sé cómo relacionarme con alguien, procuro basarme en el respeto. Cuando quiero que alguien tenga confianza conmigo, le muestro mi respeto. Pareciera que el respeto siempre es algo que se debe dar, para después pedirlo.
Hay un dicho popular que menciona, que el respeto es como el dinero. Puede usted pedirlo, pero es mucho más valioso, ganárselo. Pero algo le garantizo, siempre, siempre terminamos amando a esas personas que se ganaron todo nuestro respeto.