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Honduras
jueves, mayo 16, 2024

El péndulo

Hace ciertos años, aprovechamos que se desarrollaba en Nueva York el juicio legal contra un enfatuado político hondureño para recordar, entre las leyes cósmicas, la del karma, mediante la cual, según sus creyentes, se nos revierte siempre una acción de vida, sea por el bien o por el mal. Y mostraba como ejemplo el de una maravillosa dama costeña quien, durante media existencia, esperaba que le regalaran ¡para regalar!, lo que ocurría copiosamente. Arribaba a visitarla su hermana Billa desde San Marcos Santa Bárbara, donde transcurriera su niñez, con cuatro pollitos liados y a mano y ella, doña Concha, esperaba a que crecieran (o conforme sus vocablos “embarnecieran”) y en el cumpleaños de la prima le colocaba una cinta al cuello a uno y se lo enviaba, mientras que a los otros los donaba al asilo de ancianos y al hospital. Inevitablemente llegaban más. Nos educó en la gracia de la esperanza.

Pero también los malos pagan sus cargas de tenebrosa conciencia. Ocurren sedosos ancianos que no paran de agonizar, ignorando todos, el cura y la familia, que quizás se deba a los delitos e injusticias que aplicaron contra otros en la juventud. Se les infecta la próstata o se deforman con sífilis antiguos violadores pues a quien mató lo mata el suplicio anímico. Obvio que no todo el tiempo acontece así; algunos simplemente pagan sus excesos de azúcar o los hartazgos que destruyen los riñones, la envidia al corazón, el alcohol al hígado, la ira al estómago. La experiencia humana jamás es inocente.

Peor con aquellos que desde las más altas fuentes de poder las emplearon para enviciar a la sociedad y envilecieron a sus semejantes. Comerciar tabaco, drogas, anfetaminas es comerciar veneno que genera adicción, el delincuente mismo lo sabe, y por ende daña lo físico y las almas. El cuerpo individual y el cuerpo social reciben el mismo respeto y similar valoración del cosmos, sino, no existieran; son unigénitos entes vivos con origen y fin, propósito y regulaciones (libertades y límites no sólo de acción sino igual de conocimiento). Tienen como meta auto-perfeccionarse, no importa si ello ocupa milenios, pues el efecto de la primera creación carece de causa si no concluye acercando al hombre a los resplandores del Universo, que son los de su propio interior. Hay una incomprendida coincidencia, gnóstica y hermética entre las estructuras del organismo humano y la de los espacios esféricos exteriores y, más íntimo aún, entre el entorno ecológico y el entorno corporal. Cuando el ser humano afecta al primero se hiere a sí mismo; cuando la naturaleza se harta de las inconsecuencias de los habitantes del planeta lo castiga con huracanes, sequías, tornados incendios. Indetenible e impertérrito es el karma.

Dice el sabio que lo primero que Dios castiga es la torpeza. Erramos el golpe de martillo y lloramos con el dedo hinchado; se pasa de cálculo la sierra y mana sangre, tropiezas y sufres de inmediato. Pocos imaginan lo que hoy padecen los sátrapas, cómplices y turiferarios de Honduras contemplando la humillación de sus jefes políticos en tanto escuchan al reloj de la historia aproximarse al minuto final. Pues siguen ellos. Es el péndulo de la justicia que torna no para venganza sino para corregir la impertinencia de la maldad.

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