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Honduras
miércoles, abril 24, 2024

El crimen y el olvido

En nuestra entrega de ayer jueves, en Diario EL PAÍS nos esmeramos en brindarle a usted, amable lector, una serie de hechos que vienen sucediendo durante más de dos décadas y que ningún Gobierno se atreve a conjurar y la función como medio de comunicación social es elevar el tono, levantar la voz para decirlo sin ambages. Nos referimos, pues, al tema del crimen común y organizado que tiene sus tentáculos en prácticamente todo el territorio nacional con una serie de afluentes nutritivos (cámaras del 911 apagadas, pobreza, exclusión, corrupción, politiquería con amenazas de romper la paz, etc.), que le hacen crecer hasta convertirse en lo que hoy es, un monstruo de mil cabezas, gigantesco y con mucha sed de sangre.

Se escuchó con cuidado las declaraciones que se dieron en el programa del licenciado Renato Álvarez –Frente a Frente- en Corporación Televicentro, donde se les dio la atención debida a los mensajes a través de redes sociales de parte de la población que, creemos, fueron los más importantes ya que las personas que se invitan son casi siempre las mismas quienes siempre dicen lo mismo y solo se exponen las problemáticas, con poses doctorales, pero sin aportar soluciones inmediatas, de corto, mediano y largo plazo. Para ser sinceros, el crimen, si no es que ya lo logró, está a punto de vencer al Estado de Honduras, ya que no se ve por ninguna parte las acciones que deben hacerse para poder poner fin a este flagelo que, hoy por hoy, es el de prioridad uno en nuestro país.

Es tan grave el asunto que es una de las principales causas, junto con la pobreza, de que salgan muchos compatriotas a buscar paz y pan a otros países haciendo un recorrido con violencia concentrada y con altísimos riesgos de perder la vida. Así de mal estamos en ese tema y llamó la atención lo que envió un televidente cuando manifestó que se deberían tomar las mismas medidas que asumió el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, sin embargo, para eso se debería tener un Congreso consonante y concordante con esa buena y valiente voluntad del Ejecutivo para beneficiar de verdad al pueblo que les paga sus sueldos y nuestros diputados son demasiado vanidosos y narcisistas, y aparte que no tienen la conciencia ni el alcance mental de la gravedad de la situación.

En nuestra historia reciente a los aparatos de seguridad se les ha remozado, cambiado nombre, cambiado colores, se les ha diseñado y entregado uniformes diferentes, pero al final es la misma mona en la misma rama, tanto así que en la cara les estalló la serie de desmanes que habían venido cometiendo cuando se les implicó en el asesinato del joven hijo de la exrectora de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). La población todavía abriga un poquito (ya casi nada, prácticamente) de esperanza con el Gobierno de la señora de Zelaya, y reconocemos que sí se han dado golpes, puntuales, pero peor es nada.

El gigantesco y amorfo monstruo de la delincuencia nos está acabando, y con autoridades que solo han hecho cambios cosméticos van a entrar al olvido en la Historia de nuestro país por la misma vergüenza de haber podido hacer mucho, pero no quisieron hacer absolutamente nada.

EditorialEl crimen y el olvido

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