Elizabeth y Philiph Moyo (nombres ficticios), son dos hermanos de Zimbabue que decidieron emigrar a Europa en el año 2021, cruzaron medio continente africano, para llegar a las playas de marruecos y abordar una patera (embarcación pequeña sin quía, utilizada para el transporte ilegal de migrantes) y así, cruzar el mediterráneo y llegar a su destino España; para iniciar una nueva vida lejos de su ciudad de origen Mutare.
Todo es nuevo en España, idioma, costumbres, amigos y una serie de problemas burocráticos por resolver para vivir y trabajar legalmente en ese nuevo lugar. La calidad de esa nueva vida dependerá del grado de adaptación social de los hermanos Moyo. Arraigarse en el nuevo país no será cosa fácil. Pasar primero por indocumentado, para luego ser una persona susceptible de obtener asilo o un permiso de residencia… y luego arraigarse en la tierra. ¿Qué debemos entender entonces por arraigarse en un nuevo país?
En psicología, la palabra arraigo hace referencia a la creación o mantenimiento de una conexión emocional entre un individuo y un lugar, una persona o una cultura. Esta sensación de pertenencia se produce cuando la persona se siente cómoda y segura en un entorno específico, como su casa, familia, comunidad y cultura. Esta conexión emocional se desarrolla a través de la interacción, la vivencia y la participación en la cultura, lo que permite que una persona se sienta conectada con el entorno. Es un concepto fundamental para el desarrollo de “la identidad” de un individuo, implica un sentimiento de conexión con el entorno y puede influir en la autoestima, la motivación y en el comportamiento humano. El arraigo determina la forma en que nos relacionamos, como actuamos en comunidad, la forma en que nos sentimos y saber si somos parte de un grupo. Es decir; tener arraigo ¡no es cosa sencilla!
Una persona que inicia un proceso migratorio busca dejar su entorno natural y asentarse en un nuevo destino para hacerlo propio. Esta persona tiene que armarse de paciencia, coraje y tolerancia, para construir nuevos lazos afectivos, relaciones profesionales, amigos y costumbres… tarea tremendamente compleja; que solo los migrantes suelen entender.
Arraigarse en un nuevo destino no es una cuestión eminentemente física, sino también psíquica en donde, el “subconsciente del individuo” se va a ver afectado permanentemente por un largo periodo de adaptación migratoria. Muchas veces, las personas están físicamente en un lugar, pero desean estar en otro, viven y trabajan en otro país, pero su corazón está en el país de origen. El migrante sin arraigo no se siente “integrado” en el país de acogida y echa de menos el de origen, físicamente puede estar sí, pero psíquicamente está en otro lugar; por la falta de referentes.
La falta de arraigo Social se experimenta cuando un migrante intenta vivir en un nuevo barrio, una nueva escuela, un nuevo trabajo o intenta comunicarse en otro idioma, si el entorno es hostil y poco acogedor, la vida del migrante se puede tornar muy complicada.
La falta de arraigo es emocional cuando falta la familia o la pareja, puede ser una carga muy pesada de llevar cuando el migrante está literalmente solo. No tener una referencia familiar hace más difícil, la integración si hay familia; todo es más fácil. El migrante al estar “solo” necesita reagrupar a los suyos, es lógico y normal reagrupar en un primer lugar a la mujer y a los hijos. Poder reagrupar a los tuyos, hace que el arraigo sea una realidad.
La falta de arraigo laboral se presenta cuando una persona no puede desarrollar sus capacidades técnico-profesionales y tiene que trabajar en cualquier ocupación. Es frustrante que el país de acogida no sepa gestionar a las personas con formación profesional o técnica y también lo es que, las personas con preparación no puedan integrarse en el mercado laboral y trabajar en otras áreas. Mal para el Estado y mal para el migrante.
Muchas veces arraigarse en otro destino puede llevar mucho tiempo, todo dependerá de la condición personal y social del migrante y la resiliencia que este tenga para afrontar problemas dentro de su proceso migratorio. Afrontar las vicisitudes cotidianas de: integración cultural, integración economía, integración social, puede ser más sencillo; si se cuenta con el apoyo institucional apropiado.
Estos son algunos de los problemas que tendrán que enfrentar Elizabeth y Philip en su viaje al otro lado del mediterráneo, seguro que en ese desplazamiento encontraran personas buenas y solidarias que les ayudaran a encontrar el camino adecuado hacia la integración social. Los hermanos Moyo aprenderán un nuevo idioma, nuevas costumbres y su mundo cambiará; será mejor.
Migrar no es una tarea sencilla, tenemos que ponernos en la piel de los que pasan a nuestro lado y buscan una oportunidad para estar mejor. Los países más desarrollados de occidente tienen hipotecado su futuro con la migración, el decrecimiento poblacional de Europa y Estados Unidos obliga a buscar respuestas a sus futuros problemas sociales. La migración de personas debe realizarse por medios humanitarios y no puede criminalizarse a aquellos que buscan mejorar su condición de vida; recordemos que han sido expulsados de su realidad por el mismo sistema. Si migrar es un derecho humano, tener arraigo en un lugar, debería plantearse como un derecho humano también; no concederlo es condenar a las personas a la marginalidad. ¡Buena suerte a los que buscan arraigo en otro país!