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viernes, abril 26, 2024

CUADRANDO EL CÍRCULO: Todo en familia

La mención por su padre, con ribetes de lanzamiento, de la por ahora improbable, pero después posible y factible candidatura del hijo mayor de la mandataria, ha alebrestado a unos, animado a otros y preocupado a muchos más.

La complacencia que tal aviso genera en los afines o áulicos del status quo (estado de cosas) o incertidumbre en los contradictores u opositores, no creo se deba a que el por ahora ungido sea malo; él me parece buena gente y más que esperar a que fuese un buen político, deseo que sea mejor funcionario.

Supongo que la urticaria provocada en algunos del respetable público, es consecuencia de que nuestro país nunca ha sido un reino, si bien alguna vez los ingleses impusieron un “rey mono” en La Mosquitia, y aunque la patria nuestra ha sido manoseada y saqueada por grupos, mafias o poderes fácticos, y familias han hecho de las suyas, para bien, entre lo malo que nos ha pasado, aquí aún no se han registrado dinastías.

Así, tienen razón los que discrepan o disienten con lo que creen es una amenaza del asesor de la gobernante, cuando arguyen que el poder como heredad o poder dinástico no es característica de las naciones democráticas sino de reinos acostumbrados por siglos a que los gobiernen familias que esgrimían “un derecho divino” para mandar a su antojo y complacencia a sus súbditos.

La circunstancia de que en Honduras, en períodos alternos,  una misma pareja ostente (primero el marido y 12 años después la esposa) la máxima magistratura de Honduras, resulta excepcional, pero no es novedoso que los caudillos o dueños de los partidos políticos impongan y hayan impuesto a su descendencia y demás parentela, pues antes hubo también intentos de padres por imponer a los hijos, o intenciones de éstos para imitar a sus progenitores y alcanzar el poder, práctica conocida como “los bebesaurios”, es decir, hijos de los políticos tradicionales haciendo lo mismo.

Destacan en esos ejemplos de “reciente” data los intentos de dos hijos, de quien algunos aseguran ha sido el mejor presidente de Honduras, el liberal Ramón Villeda Morales, Ramón, el mayor, en varias ocasiones, y Mauricio Villeda Bermúdez, que intentaron llegar a la Presidencia a través del partido político de su padre.

Antes, desde 1975 hasta 1978 fue jefe de Estado, el general Juan Alberto Melgar Castro, diecinueve años después, su viuda, Alba Nora Gúnera de Melgar, fue designada candidata del Partido Nacional para las elecciones presidenciales de 1997, en las que resultó vencedor el liberal Carlos Roberto Flores Facussé.

Previamente también, en ese mismo instituto, tras una larga espera y décadas de intentos presidencialistas, llegó al poder Carlos Roberto Reina, que quiso imponer en la titularidad del Congreso Nacional a su hermano Jorge Arturo, pero no lo dejó Carlos Flores, quien finalmente quedó como presidente del Legislativo y “el invisible”, como se conoció a Jorge Arturo Reina Idiáquez, quedó de vicepresidente diputadil.

Cosas dulces o amargas, según el paladar de cada quien; posteriormente, Flores fue presidente del país y después promovió a su hija Lizzie en la política y terminó en la diplomacia, mientas después su exesposo, Carlos Eduardo Reina García, hijo de Jorge Arturo Reina, buscó la candidatura presidencial, pero por Libertad y Refundación, y anuncia, o amenaza, que persistirá en su intento para los próximos comicios.

Luego, otros exmandatarios, algunos ya fallecidos, de los dos partidos tradicionales, Nacional y Liberal, incrustaron a sus hijos y a otros familiares en los cargos políticos o puestos burocráticos en donde como herencia aseguraron su bienestar económico y futura bienaventuranza.

Entre los aspirantes “infructuosos”, similar situación ocurrió con el eterno aspirante liberal a presidente de la República, Jaime Rosenthal Oliva, quien lo intentó cuatro veces sin lograrlo nunca, y ahora su hijo mayor y exministro de la Presidencia de Mel Zelaya, Yani Benjamín Rosenthal Hidalgo, recién hizo un primer intento, y aunque aún no anuncia si repetirá, aparentemente seguirá probando.

Igual pasó con Rodolfo Pastor Fasquelle, intelectual y empresario azucarero, que intentó la candidatura presidencial por el Partido Liberal y acabó como ex ministro de Cultura en los gobiernos de Carlos Roberto Reina y Manuel Zelaya Rosales; y su hijo Rodolfo Pastor De María y Campos, es uno de los principales asesores de la actual mandamás.

Más recientemente el extraditado dictador Juan Orlando Hernández, impuso a su hermana en Secretarías de Estado, a sus hijas las mandó becadas a Taiwán, y otros de miembros de su clan graciano, también disfrutaron en su nefasta gestión.

Para no variar, e imitando prácticas que se luce en cuestionar, ahora, el designado presidencial Salvador Nasralla, fundador de dos partidos para intentar en dos elecciones ganar la Presidencia, también impuso a su mujer como diputada y directiva del Congreso Nacional.

En suma se trata de que todo quede en familia entre quienes gobiernan, antes, ahora y ojalá que nunca después, desgraciadamente esa es la lógica imperante no solo en Honduras, sino  parece ser la lógica en América Latina en aras de que el poder se perpetúe entre consanguíneos de lo que resultaron dinastías políticas como los Somoza en Nicaragua, en donde primero Anastasio Somoza García, gobernó y detentó el poder primero en su hijo Luis y a éste le siguió su hermano Anastasio;  situación que repite Daniel Ortega Saavedra en cogobierno con su mujer Rosario.

Detrás de este carácter hereditario en la política apunta a la debilidad de los partidos políticos en los cuales los grandes actores son los caudillos y todo es muy personalista y en la práctica es como una dinastía, porque la hija o el hijo, políticamente hablando, no son nada sin el padre.

Para el historiador uruguayo Lincoln Maiztegui, la aparición y la permanencia de las dinastías se produce cuando los sectores que tienen el poder económico y social lo trasladan a la política y eso ocurre cuando el país no tiene un sistema democrático sólido.

Politólogos e historiadores coinciden en que el poder en familia implica riesgos y peligros pues en principio no es algo deseable para una sana alternancia en el poder, para fortalecer la democracia y también porque además las virtudes políticas no se heredan, aunque hay excepciones en los que los hijos han superado lo hecho por sus padres. Finalmente son los “herederos” los que tienen que probar que también tienen legitimidad política para alzarse con el poder.

Por Herbert Rivera
[email protected]

 

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