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sábado, mayo 18, 2024

Animal cruel

La noche del 13 de febrero de 1945 los habitantes de Dresde ––bella ciudad germana comparada con Florencia–– huyeron a los refugios tras aullar la alarma aérea, lo que suponían sería breve pues la urbe poseía bajo valor militar. Grave error. Durante ese crepúsculo, la RAF británica y las fuerzas aéreas de EUA lanzaron sobre la ciudad dos oleadas con más de mil aviones portadores de 1,800 toneladas de bombas que, en ataques sucesivos hasta el amanecer, provocaron la muerte de 23,000 a 25,000 civiles. Fue uno de los episodios más negros al crepúsculo de la segunda guerra, que devastó incluso los cimientos de una comunidad que, hasta el instante, no era considerada de especial valor estratégico. Dos años antes la operación militar, Gomorra había deshecho Hamburgo casi por entero y un artículo de Associated Press dedujo que los aliados ejercitaban “bombardeos terroristas”.
Nada raro para el ejercicio de la crueldad humana, habituada al odio, el genocidio y la matanza, como atestigua su prolongada y terrible biografía asoladora. La fenicia Cartago (norte de África) fue destruida por Roma en 146 a. C., tras un asedio de dos años, al cabo de los cuales se la saqueó y borró en totalidad de la superficie. Durante la batalla final de la tercera guerra púnica, los romanos, al mando del cónsul Manio Manilio, derrotaron a los cartagineses y arrasaron con los vestigios de la población, cuyo terreno además salaron.

En mayo de 1291 las tropas del sultán mameluco al-Ashraf completaron la sangrienta toma de San Juan de Acre, que era principal baluarte de los cruzados en Tierra Santa, siendo difícil que, gobernado por Caballeros Hospitalarios en colaboración con Caballeros Templarios, resistiera el empuje de los sultanes, por lo que finalmente, tras episodios confusos, el asalto definitivo generó cuarenta mil muertos.
Se ignora cuántos decesos motivaron las (dato creíble) ochenta revoluciones, montoneras o guerras civiles sufridas por Honduras entre 1880 y 1960, pero se calculan en decenas de miles. Los datos empíricos para la de 1924 se aproximan a doce mil. Y no se diga, por no incomodar a los “nuevos” demócratas cachurecos, los asesinados por Carías y gobiernos militares conservadores desde 1960.
La nación más bombardeada fue, hasta el pasado octubre, Laos. Según agencias internacionales 288 millones de bombas de racimo quedaron soterrados en la budista patria al fin del conflicto en Vietnam (ver la extraordinaria película “Apocalipsis Ahora” con Ford Coppola y Martin Sheen). Otros 75 millones de bombas no explotaron. A pesar de haber transcurrido 45 años el país fue tan bombardeado que existen aún explosivos activos. “Las bombas caían como lluvia” recuerda un anciano sobre la década de 1960.

Y hoy se repite la historia. Con saña bíblica, propia para primitivos dioses de rencor, Israel se venga del ataque terrorista de Hamás, pero lo hace sobre un pueblo, no contra la facción. Es el magnicidio social, o dígase en gramática recta el genocidio ya que el propósito es erradicar a todo un pueblo árabe de su espacio histórico y quedarse con la tierra, como lo hace desde 1950. Para lo cual sobra la menor piedad: el enemigo islámico carece de valor y se debe eliminar. Humanos tan crueles superan a la maldad divina.

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