Hace 203 años, las naciones de Centroamérica se independizaron de España con grandes sueños de libertad y prosperidad. Sin embargo, dos siglos después, la realidad ha demostrado que la independencia no ha traído consigo la verdadera emancipación de los pueblos.
En lugar de liberarse de la opresión colonial, muchos países de la región han sucumbido a nuevos verdugos: una clase política corrupta, una élite empresarial sedienta de poder y sistemas democráticos que, en su esencia, son meras fachadas de dictaduras familiares.
¿Quién ganó con independencia? Y, ¿Quiénes quedaron eternamente atrás? La promesa de una república donde prevalezcan la justicia y el bienestar para todos ha quedado en el olvido. Los nuevos caudillos, tanto de derecha como de izquierda, se aferran al poder ferozmente.
En Honduras, históricamente las dictaduras de derecha han marcado la pauta, mientras que en Nicaragua se ha oscilado entre ambos extremos. A pesar de sus diferencias ideológicas, estos sistemas tienen algo en común: el pueblo sigue atrapado en un ciclo infinito de miseria.
Los líderes que prometieron cambios para sus pueblos han caído en la trampa del nepotismo y el amiguismo. Los gobiernos, en lugar de servir a sus ciudadanos, ven al país como un botín para repartir entre amigos y familiares.
En Honduras, la pobreza sigue siendo la norma. Nicaragua comparte esa realidad, quedando ambos países como los más pobres de la región. Mientras tanto, algunos políticos ven con admiración a Venezuela y Cuba, naciones que, a pesar de sus promesas revolucionarias, han demostrado ser ejemplos de corrupción y opresión para su pueblo.
Los países que se independizaron de España hace más de dos siglos, irónicamente, han sido líderes en crear sistemas de desigualdad, en lugar de ofrecer oportunidades para todos, la clase política, militar y empresarial se ha dedicado a perpetuar su propio reinado, dejando a las masas en la indigencia.
España, el antiguo opresor, se ha convertido en el destino de centenares de hondureños que huyen de la miseria, nadie quiere nacer y morir pobre a perpetuidad. Pero lejos de regresar como ciudadanos españoles, son recibidos como cualquier otro migrante, enfrentando los mismos desafíos y prejuicios que en su propio país.
La migración a España y a Estados Unidos sigue siendo una vía de escape para millones. Los que se van son los que mantienen sus familias a flote, enviando remesas que ayudan a mitigar el hambre por lo menos.
Suena alarmante, porque en realidad lo es, la clase política exige lealtad ciega, quieren que los idolatren, que les rindan pleitesía, aquellos que no se alinean con el partido en el poder, quedan fuera del sistema condenados al fracaso.
Los empleos en el sector privado en su mayoría ofrecen salarios mínimos, el desarrollo económico se opaca por la falta de un plan de carrera, acoso laboral, la situación de un colaborador es sumamente vulnerable, depende del vaivén de las olas.
Después de 203 años de independencia, es difícil señalar qué país centroamericano ha alcanzado un éxito sostenido.
Aparentemente, los datos indican que la hermana república de Costa Rica, ofrece mayor estabilidad democrática, mejores niveles de bienestar, es la excepción en una región marcada por la corrupción, el hambre, el narcotráfico y la violencia, entre otros flagelos.
En Honduras, los discursos de los gobernantes y de los aspirantes a gobernar, están cargados de falacias, el cinismo sigue a la orden del día. Las esperanzas de millones se desvanecen año tras año. Los sueños de una verdadera república parecen, por ahora, inalcanzables.
“Hombres (mujeres y otres) que habéis abusado de los derechos más sagrados del pueblo por un sórdido y mezquino interés. Con vosotros hablo, ¡enemigos de la Independencia y de la Libertad!” José Francisco Morazán Quesada, (Tegucigalpa, Honduras, 3 de octubre de 1792-San José, Costa Rica, 15 de septiembre de 1842).