Por: Rodolfo Dumas
La toma de posesión de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos y sus primeras acciones, ejecutadas a través de numerosas órdenes ejecutivas, confirman que lo ofrecido durante la campaña no era simple retorica electorera, sino que verdaderas promesas que ahora cumplirá durante su mandato.
Muchas de estas acciones tendrán efectos en Honduras, especialmente en temas como migración, intercambio comercial y cooperación contra la criminalidad.
El que nos genera más inquietud evidentemente es el tema migratorio, pues incluye la promesa de una deportación masiva. Consideramos que este escenario es improbable y que las deportaciones no serán muy superiores a las que históricamente se han dado.
En todo caso, nos urge fortalecer las políticas de reintegración de los migrantes retornados y fomentar programas de capacitación y generación de empleo mediante una colaboración efectiva entre el Estado el sector productivo nacional.
Asimismo, será fundamental establecer un diálogo abierto con la administración Trump para explorar acuerdos que mitiguen el impacto social y económico de esta política.
Las relaciones bilaterales enfrentan algunas tensiones, como la insinuación de cancelar el tratado de cooperación militar, que incluye el uso de la base de Palmerola por parte de la Fuerza de Tarea Conjunta Bravo. Este acuerdo, vigente por décadas, no solo ha representado un pilar en la lucha contra el narcotráfico, sino que también ha sido clave en la asistencia humanitaria durante desastres naturales. Su cancelación afectaría la cooperación estratégica entre ambos países y debilitaría los esfuerzos regionales contra el crimen organizado.
Además, la inminente expiración del tratado de extradición para delitos de narcotráfico plantea un reto adicional. Este mecanismo ha sido esencial para combatir redes criminales, facilitando la extradición de figuras relevantes del narcotráfico hacia los Estados Unidos. La no renovación del tratado podría interpretarse como un retroceso en la cooperación bilateral y debilitar los avances en seguridad regional.
Es importante comprender que estos dos temas están íntimamente relacionados con la designación que hará el presidente Trump de los carteles y pandillas como organizaciones terroristas extranjeras (FTO por sus siglas en inglés).
Eso pondrá a disposición de las autoridades de ese país una cantidad adicional de herramientas legales para perseguir a esos grupos, pero también a las personas que les presten cualquier tipo de “colaboración material”, lo que podría generar acciones contra ciertas actividades financieras, incluyendo las remesas.
Ese concepto de colaboración incluso podría afectar las peticiones de asilo, especialmente para quienes lo hagan ingresando por la frontera sur. Lo anterior en virtud de que se trata de interpretaciones bastante amplias que podrían considerar que las personas que transitan por México, donde vastas extensiones de territorio son controladas por los carteles, estarían “colaborando”, en muchos casos sin percatarse de ello, al pagar por el derecho de paso o para liberarse de un secuestro.
Cualquier restricción al flujo de remesas podría tener efectos devastadores en nuestra economía, afectando la estabilidad de las divisas, aumentando la inflación y generando graves consecuencias sociales.
Por eso es tan importante que nuestro gobierno agote todos los esfuerzos posibles para evitar esos perjuicios económicos, usando las herramientas diplomáticas y los lazos de amistad con ese país, así como evitando tomar decisiones contraproducentes y rectificando las ya aprobadas (como la cancelación del tratado de extradición).
Honduras tiene la oportunidad de demostrar que es capaz de priorizar políticas pragmáticas que fortalezcan su posición en el ámbito internacional. Esto requiere una diplomacia proactiva, diálogos abiertos y una visión estratégica para abordar los retos que surgen con el inicio de la administración Trump.
Incluye buscar un equilibrio entre la defensa de los intereses soberanos del país y la necesidad de mantener una colaboración estratégica con los Estados Unidos en áreas de interés común.
El reto para nuestro país radica en adaptar nuestras políticas internas y externas a un panorama internacional cambiante, aprovechando al máximo nuestra privilegiada relación y cercanía a la economía más grande del mundo.
La llegada de Donald Trump abre un abanico de oportunidades para negociar acuerdos que beneficien al país, fortaleciendo su desarrollo económico y social. El enfoque debe ser claro: proteger los intereses nacionales mientras se busca construir puentes en un entorno global cada vez más complejo.