En un café, platicaba con un colega, donde me recordaba cómo los cambios generacionales van modificando las metas en lo laboral. Me hacía mención de que nuestros abuelos, tenían aspiraciones muy diferentes a las nuestras en lo laboral.
En esos tiempos, el anhelo de todo profesional era graduarse de Perito Mercantil, Maestro o Secretaria, trabajos muy valiosos, respetados, cuyo objetivo primordial era buscar una empresa transnacional, donde pudiera llevar una vida tranquila, segura y que cubriera su jubilación al llegar a cierta edad.
Pueda que para generaciones actuales eso suene a aburrido, pero en aquellos entonces, me explicaba, era una maravilla. Eso permita, tener la confianza y seguridad de poder educar a sus hijos, darles una vida medianamente cómoda y asegurarse los años de vejez en tranquilidad.
Los tiempos cambiaron y en la década de los ochenta, las economías mundiales florecieron y permitieron, hasta cierto punto, que ciertas carreras profesionales despegaran buscando algo como un estrellato profesional. Esto, era el atractivo para las nuevas generaciones. El estatus laboral, los beneficios adicionales que las compañías podrían brindar y el crecimiento profesional en una empresa grande. A esto le llamaban “carrera profesional” pues, alcanzar ese estatus era algo que tomaba tiempo, pero el llegar a esa cima, aseguraba privilegios y una mejor educación para los hijos.
Con el boom tecnológico, y el auge de maestrías, doctorados, diplomados y cuanta certificación de conocimiento pudiera encontrar, para las nuevas generaciones la carrera profesional dejó de ser un atractivo. Y en cierta forma es comprensible. Vieron a sus padres entregarse en alma y corazón a una carrera, negándoles el tiempo de convivir a ellos.
Por eso es que ahora muchos de ellos buscan trabajos muy bien remunerados, pero menos comprometedores. De hecho, prefieren los horarios flexibles, a la remuneración económica que una empresa pudiera darles, si dedicasen más tiempo. La pregunta que nos hacíamos era, ¿cuál será lo correcto?, ¿será que nuestros tiempos cambiaron?
Definitivamente sí, pero concluimos que lo mejor para ello, no es buscar un aplauso interno o externo en esta era de lo superficial, donde tenemos 20 cursos sacados en línea con diplomas digitales. Llenarse de conocimiento sin poder aplicarlo, no tiene sentido. Lo que siempre le da sentido a todo es el tener un propósito.
Hablo de las personas, que quizás hoy en día pueden sentir que han desperdiciado su tiempo en un trabajo, pero que, si eso le ha servido para cumplir un propósito en su vida, entonces ánimo, que lo ha hecho bien. El trabajo nunca debemos verlo como un castigo, sino, como una fuente de bendición.
Del trabajo crecemos, maduramos, sacamos lecciones y llevamos pan a nuestra mesa. Lo que debe prevalecer en nuestro pensamiento, antes de saber si estoy en el trabajo correcto o no es, ¿estoy acercándome a mi propósito?
Su propósito puede ser educar sus hijos. Construir una casa. Crecer como ser humano. ¿Está cumpliendo alguno de ellos? Porque más que cualquier salario, el sentido de propósito es lo que lo llenará satisfactoriamente. Precisamente por correr en pos de otras cosas, como estatus, medallas, o fama, es que surgen problemas de salud, o relacionales, cuando nos obsesionamos por todo ello.
Creo que nuestros abuelos, partieron con mucha satisfacción de habernos dado todo en los trabajos que pudieron tener. Como nuestros padres. Y ahora le toca a la nueva generación, descubrir, como se ven a ellos mismos en el plano laboral.
Ya que muchos, sencillamente, no quieren ni trabajar.
El trabajo da sentido de propósito. Emprenda algo. Desafíese a desarrollarse. Y verá que el tiempo invertido, valdrá la pena.