No cabe duda de que cada cosa tiene su momento. Cuando, por la razón que sea, hacemos o vivimos cosas fuera del momento adecuado, para esto seguramente viviremos también las consecuencias de habernos adelantado o atrasado para hacerlo.
Es muy interesante, por ejemplo, darnos cuenta de que el cuerpo de una mujer está completamente preparado para el primer embarazo, para ser madre, a partir de los diecinueve años y no antes.
La Medicina dice que las edades recomendadas para que todo salga bien (además, claro, de otras muchas cosas que deben tomarse en cuenta), va desde los diecinueve y hasta los treinta y dos. Desde luego que, con tantos avances en este campo, se puede lograr un buen embarazo y demás, después de los cincuenta años, si no preguntémosle a Janet Jackson y Naomi Campbell que fueron mamá por primera vez a esta edad ambas, marchando todo sobre ruedas hasta el momento para las dos celebridades y sus respectivos vástagos.
Pero volviendo al hecho de no estar preparadas en la adolescencia a nivel físico para ser madres, también está el hecho de que no lo estamos a nivel emocional tampoco, ni para eso ni para las relaciones íntimas. Según muchas investigaciones al respecto, la iniciación temprana de las chicas en estos temas las suele llevar a la depresión, a sentimientos de vergüenza y culpa.
Luego tenemos que, aunque su cuerpo esté preparado desde los catorce años para iniciar la vida sexual, los muchachos que deciden esperar hasta terminar su adolescencia para internarse en este asunto, demuestran más estabilidad emocional, sociabilidad, responsabilidad, madurez y menos agresividad en la vida adulta que los que se adentran a ello a edades demasiado tempranas, según un estudio longitudinal publicado en la revista Developmental Psychology.
Por si esto fuera poco, la corteza prefrontal, una parte muy importante en nuestro cerebro por estar encargada de las denominadas funciones ejecutivas (razonamiento, juicio, memoria, pensamiento abstracto, planeación, toma de decisiones, voluntad, personalidad etcétera etcétera) la que nos hace “superiores” al resto de la especie, no alcanza su estado de madurez sino hasta después de los veintiún años.
Pero, qué tal que, hasta nuestros huesos necesitan que les demos tiempo para estar listos, porque resulta que el esqueleto de un adulto no está completamente formado sino hasta después de los veinticinco años.
Y bueno, aquí es donde cobra sentido esto de que tanto ellos como ellas, no puedan considerarse mayores de edad y tener un documento de identidad como tal sino hasta los dieciocho, y que tampoco puedan tomar decisiones como salir del país o casarse sin el consentimiento de sus padres, sino hasta los veintiunos… mucho sentido.