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jueves, mayo 2, 2024

René Arturo Bendaña

Por Ricardo Alonso Flores

A principios del siglo pasado, don Arturo Bendaña y doña Isabel Meza de Bendaña formaron un hogar en Comayagua, procreando una numerosa familia, cuatro varones, todos ellos estudiaron Medicina, Arturo, Sergio, Guillermo y René y tres hijas, Emma, Olga y Dora, quienes, al contraer matrimonio, fueron de Umaña, de Guevara y de Baldovinos, respectivamente.

El doctor Arturo se casó con doña Bessy Valenzuela, naciendo René Arturo, Marina Isabel y Olguita, las dos últimas de Mendieta y la segunda de Sevilla. Muy pronto, toda la familia se trasladó a San Pedro Sula

René Arturo quiso seguir los pasos profesionales de su padre y de sus tíos, comenzando estudios de Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México, pero pronto se dio cuenta que su vocación estaba en campo, ingresando en Mississippi State University, en la ciudad de Starkville, donde coincide con Rafael Leonardo Callejas, graduándose ambos en Economía Agrícola.

A su regreso, destaca entre los jóvenes de esos días y se incorpora con su padre a la Asociación de Agricultores y Ganaderos Sula (AGAS), y no de Sula, como dicen y escriben algunos que no conocen el origen de este grupo.

Siendo ministro de Recursos Naturales, el ingeniero Julio Pineda Muñoz le ofrece un cargo en Tegucigalpa, llegando a ocupar la Dirección General de Agricultura y Ganadería, donde labora con singular entusiasmo, porque estaba en aquello que era de su agrado.

Nuevamente, en San Pedro Sula, se incorpora al deporte, ocupando la Presidencia del Club Deportivo Marathón y más tarde es electo con igual rango en la Liga Nacional de Fútbol, renunciando al ser electo diputado al Congreso Nacional.

Fundador, como fue, de Monarca, tenía todas las posibilidades de ser vicepresidente del Congreso Nacional, cosa que le entusiasmó, pero avatares de la política inducen al presidente Callejas a pactar con el Partido Liberal al que le ofrece ese cargo, sacrificando a su amigo.

A cambio le propone enviarlo de embajador a la OEA o a España y sin dudarlo escoge Madrid, donde se desenvolvió con gran solvencia y participó en programas de cooperación como la construcción del Aeropuerto de San Pedro Sula.

Sabiendo de mi experiencia y conocimiento sobre España, me propone el cargo de ministro de Embajada que, sin dudar, acepté, no así el traslado a Washington porque yo necesitaba volver a Honduras.

Hizo una labor digna, fue muy activo y llegó a querer a la nación ibérica, a la cual regresó varias veces porque la amaba con pasión. El Gobierno de España, lo condecoró por su buen desempeño, contando con la colaboración de funcionarios de categoría como Iris Ponce, el coronel Luis Alonso Velásquez Galeano, Hermes Rosa Bautista y otros que escapan de mi memoria.

En 1992 se celebra la Exposición Universal de Sevilla y, con sus contactos en Honduras, logra que, por medio del alcalde sampedrano Héctor (Tito) Guillén y en la UNAH el doctor Cirilo Nelson, se seleccionara una gran variedad de helechos y otras plantas, hacer un jardín tropical en la EXPO, que recibió gran acogida teniendo el concurso del entonces cónsul de Honduras en Huelva, doctor Díaz Mantis y Honduras destaca en ese aspecto tropical.

Sus últimos años, tranquilo y bastante sano, se los dedica a su familia, especialmente a su esposa Liliana Espinoza, a sus hijos y nietos, sobre todo a René Arturo, María Fernanda, Bessy Liliana y María Alejandra, porque amó por sobre todas las cosas a los suyos, siendo un gran padre y un gran abuelo.

Nunca se olvidó de sus amigos de siempre, algunos ya fallecidos como Tavo Gamero, Ricardo Rogge Bográn, Rafael Leonardo Callejas, Bobby Paz, Julio Mendieta, en tanto se reunía frecuentemente con Carlos Manuel Zerón,  Danilo Salgado, Tito Guillén, Emín Abufele y Chepe Fernández.

De joven, fue el mejor bailarín que conocí y, para mí, un amigo inolvidable. Recordaré siempre una frase suya, cuando alguien le agradecía un favor y dijo “no pido que me agradezcan, sino que no me traicionen”.

 

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