35 C
Honduras
miércoles, mayo 8, 2024

¿Paz en la tierra?

“Si quieres paz, prepárate para la guerra” puede leerse en el exordio del capítulo III de “Rei militari”, la obra del escritor Flavio Vegecio Renato, un oscuro personaje que vivió en la Roma del siglo IV d. C., y del que no se tienen suficientes referencias biográficas. La cita, al igual que la obra de Sun Tzu, “El arte de la guerra” y “De la guerra” de Karl von Clausewitz, sigue siendo referencia militar, algo que nadie puede negar hoy en día.

Nací y crecí en una época de conflictos mundiales que, en aquel entonces, me parecían hechos aislados, salidos de las películas y series televisadas de los años 60 sobre la Segunda Guerra Mundial. Mi padre, asiduo lector de la revista “TIME” y “LIFE” me ilustraba pacientemente sobre la guerra en Vietnam y la misión “sagrada” de contener el avance del comunismo, aunque poco entendía yo el panorama geoestratégico detrás del conflicto.

En aquel entonces, el pacifismo se había convertido en un importante movimiento social alimentado por preceptos religiosos y el abierto rechazo hacia las armas nucleares. Por desgracia, su cometido pacifista traspasó la delgada línea que lo llevó, incluso, a la violencia, al uso desmedido de drogas psicodélicas y al sexo desenfrenado, desbaratando las buenas intenciones de pensadores de la talla de Bertrand Russell o Martin Luther King.

En cuanto a la guerra, no podemos negar que el armamentismo ha eclipsado progresivamente la paz mundial, no solo por los ingentes gastos para armar los ejércitos, sino también por la proliferación de conflictos que devastan regiones enteras, que dejan millones de muertos y grandes pérdidas económicas. Todo en nombre de los odiosos nacionalismos, los extremismos religiosos y la sed insaciable por apoderarse de los recursos de otros.

La justificación de las guerras internacionales tiene un mismo origen: la puesta en marcha de una poderosa industria militar y el aumento sostenido del gasto en los ejércitos bajo la falacia de las amenazas externas. Ahora pensemos en los verdaderos ganadores y sus fortunas amasadas, sin excluir a grupos terroristas como Hamás, Hezbolá o las nefastas guerrillas que aún persisten en algunas partes del mundo. De aquí se deduce la larga duración de enfrentamientos como en Vietnam, la guerra civil en El Salvador, o la invasión de Putin a Ucrania.

Las pugnas nacionales o locales se mueven bajo los mismos pretextos de las grandes conflagraciones. Los conflictos de intereses, el sectarismo y las lides políticas se reducen a una sola y simple ecuación: alzarse con el poder y mantenerse por largo tiempo en éste. Para hacer efectivas estas pretensiones, hay que disponer de grandes cantidades de recursos para comprar la lealtad de los allegados, y evitar que se rebelen si no ven las recompensas disponibles. Así mismo, el “negocio” necesita contar con una fuerza especial para reprimir cualquier sedición posible y que el sistema no se desmorone el día menos pensado. Ahí es cuando entran en juego las llamadas “fuerzas del orden” que mantienen la “estabilidad” del poder.

En resumidas cuentas, la paz nunca será posible mientras impere la codicia por los recursos y el lucrativo negocio de las armas; todo lo demás es entretenimiento de Hollywood, de idealismos de académicos y trifulcas inútiles de gamberros en las redes sociales.

- Publicidad -spot_img

Más en Opinión: