Según el diccionario se trata de una mezcla entre tristeza y placer que pueden provocar algunos buenos recuerdos del pasado, de épocas que sabemos, no volverán. Hace poco veía un video en una página “retro”.
En él se veía a un grupo bastante grande de adolescentes bailando una canción pop en inglés que hoy en día es todo un clásico “Take on me” del grupo Aha.
Comenzando por el tema, cualquier persona de 40 años y más, siente que se transporta a esa época donde era mucho más joven, en la que sentía que podía comerse el mundo y en la que tenía mil y un planes para el futuro.
Luego los pasos de baile de esos tiempos, que eran más como coreografías en los que la idea era mostrar coordinación mientras el compañero de baile hacía lo mismo, también nos pueden remontar a ese tiempo, así como la ropa que se usaba; ellos jeans, camisetas, cintas en el cabello, tenis.
Ellas camisones casi a las rodillas, muy anchos con leggins o jeans tipo Cindy Lauper o, vestidos ajustados a las rodillas con mil accesorios en las muñecas y el cabello al estilo de Madonna.
Pero sobre todo los rostros de todos ellos en los que no faltaba la expresión de alegría y euforia, es lo que creo que provoca más nostalgia en todos a los que nos ha tocado presenciar las fiestas de las nuevas generaciones y corroborar que nada tienen que ver con las que nos tocó a nosotros.
En ningún sentido. A excepción de algunos pocos que todavía optan por buscar un poquito de aquello en la vida nocturna actual, o que se ha adaptado a las nuevas tendencias de música, maneras de compartir y demás, la mayoría de las personas de más de 40 ha decidido desde hace mucho o quedarse en casa a ver alguna serie en fin de semana o, hacer sus propias reuniones bajo sus propios términos.
Pero estaremos de acuerdo en que aquellas dinámicas de baile que se alargaban hasta por espacio de dos o tres horas han quedado atrás.
Cada vez es más difícil escuchar sobre sitios donde la gente pueda ir exclusivamente a bailar y si de casualidad existe alguno por ahí y pasamos a echar un vistazo, podremos observar cómo aunque la música esté muy bien y sea apta para mover el esqueleto toda la noche y parte de la madrugada, la pista estará casi vacía si es que no vacía por completo, totalmente en penumbras y desapercibida por los presentes que seguramente estarán ocupados y mucho más enfocados en sus bebidas y sus teléfonos celulares.
Con lo bien que le hace la buena música a nuestro cerebro, con lo saludable que es para nuestro cuerpo ese ejercicio cardiovascular que ejecutamos al bailar por un espacio largo de tiempo, con lo beneficiosas que son la alegría y la euforia para nuestro sistema nervioso en general.
Tendremos que ponernos un poco más que creativos para no permitir que los cambios tan abruptos que estamos viviendo en cuanto a las maneras de recreación mermen la salud de nuestra mente, cuerpo y espíritu.